Un peligroso vacío de poder
Por más evidente que resulte el atropello, habrá que calcular bien el momento político y andarse con cuidado. ¿Es tiempo ya de que Venezuela se libere de una vez por todas de la descomunal tiranía de Nicolás Maduro? ¡Sin duda! El reciente atropello a la democracia, la abyecta pobreza en la que se ahoga el pueblo de Bolívar, la incontable lista de crímenes políticos y detenciones ilegales, el envilecimiento de la justica, la ofensiva mordaza que acalla la prensa libre, el servilismo cobarde de un ejército que abjuró de su pueblo… sí, innumerables son las razones para poner fin a esta tiranía.
Y es cierto que las demás naciones del mundo, especialmente los gobiernos de América Latina, deben levantar su voz y acometer contra estas dictaduras disfrazadas de democracia, a riesgo de permitir que el mal ejemplo cunda y aliente a otros tiranuelos que aguardan en las sombras. En verdad, largo tiempo hemos callado ante la prepotencia y la corrupción descarada de un régimen que creímos desterrado al pasado de las irrespirables dictaduras militares de Pinochet, Videla, Trujillo, Duvalier o Somoza.
Pero cuidado, porque cerrando un abismo puede abrirse otro mayor. La caída de Maduro es una posibilidad que crece con el pasar de las horas. Sin embargo, de la caída del tirano al reconocimiento de la victoria de un tibio y desdibujado Edmundo González (que en la práctica equivale a entregarle el poder a Ma. Corina Machado), media un abismo. Lo primero podría suceder, lo segundo es casi imposible, primero porque el CNE ha dado su veredicto con el que las fuerzas armadas parecen estar de acuerdo, y segundo porque entre Corina y el trono media un ejército de burócratas corruptos que se dejarán la piel evitando el ascenso de un régimen de ultra derecha que llegará con la daga entre los dientes a inaugurar una cacería de brujas sin precedentes.
Un peligroso vacío de poder que podría ser llenado por los militares como una tercera opción resultante de la anarquía, dando lugar a un nuevo oscurantismo, uno donde el remedio podría ser un potente veneno peor, mil veces peor, que la enfermedad… (O)