¿Dictaduras democráticas?

Se trata de un contrasentido grosero, atentatorio a las libertades, pero las “dictaduras democráticas” han encontrado en América un terreno promisorio en el cual afincarse.

Sectores políticos y de otra índole, delictivos incluso, casados entre sí, ante el fracaso de otras medidas para acceder al poder, entre ellas la lucha armada, optaron por la democracia, pero degenerándola y caricaturizándola, cuando no prostituyéndola.

Pretextando ser antisistema, son toda una tribu internacional, perfectamente alineada al totalitarismo. Apelan a las urnas para tomarse el poder de las Repúblicas y no dejarlo nunca.

Fingen ser democráticos, redactan Constituciones a su modo, creen en las reelecciones indefinidas, menos en los cuatro poderes del Estado, se inventan organismos para apuntalar todo su poder, acabar con la institucionalidad, apelan a la propaganda para alienar mentes, fomentan la pobreza a cambio de lealtades electoralistas, en suma, buscan controlar todo, sin importarles las libertades, entre ellas la de expresión, a la cual la sojuzgan con leyes perversas.

El caso de Venezuela no puede ser el mejor y patético ejemplo de “dictaduras democráticas”. El “Chavismo” todo lo puede dejar, menos los 25 años de poder. Quiere seis años más, y lo seguirá queriendo para eternas memorias, con toda su carga de corrupción, crímenes, persecución, cooptación de todas las instituciones, solazándose por haber expulsado a casi 8 millones de personas, en cuyas mochilas llevaron pobreza, desarraigo y desesperanza.

Este ejemplo deleznable debe ser tomado muy en cuenta por otros países, entre ellos el Ecuador, donde un sector político se solidariza y hasta aplaude unos comicios burdos y la tragicomedia emprendida por Nicolás Maduro y su séquito de sátrapas, incluso con uniforme militar, para seguir gobernando.

La democracia, pese a sus defectos, mal puede estar en manos de esas tribus totalitarias, mesiánicas, delictivas y corruptas.