El sábado 27 de julio de 2024, 43 años después de su última guitarreada, volvió Alfredo Bonilla Alvarado, más conocido como “Aficho”.
Ingresó al salón de actos como invitado especial del evento “El alma de mi Pueblo”. Vio con extrañeza que habían colocado su retrato en blanco y negro. Le hizo recordar cuan delgado fue.
Vio, con asombro amoroso, a su esposa Rosario, a sus hijos, conoció a sus nietos. Miró a su hermano Gilberto y más familiares; igual a los amigos de infancia, juventud y bohemia.
A su nieto Esteban y a su sobrino Telmo Alberto se les ocurrió realizar un documental sobre su trayectoria musical forjada con ñaño Gilberto, con quien le unió no solo la sangre sino la guitarra en cuyas cuerdas la música adquiría cuerpo y alma, rompía corazones y elevaba los espíritus más indomables.
En esos dedos, en ese talento innato, a fuerza del “buen oído”, cualquier tipo de música tornábase excelsa, y hasta el Himno Nacional henchía el pecho de civismo.
“Aficho” vio que su nieto es el único que heredó su ADN musical. En la presentación del documental, que tuvo el apoyo, organización y difusión de Ruleta Radio, no pudo creer que él conservara su guitarra eléctrica.
Durante la proyección escuchó los testimonios que sobre su vida artística dieron su hermano, su esposa, familiares y amigos. Se acordó del taller de zapatería de su amigo Ruperto, en cuyo “subterráneo”, hace 50 años y en un equipo de sonido grabó un casete, el único medio que ha perennizado algo de su vasto legado artístico.
Sin que lo notaran, “Aficho” aplaudía el reconocimiento que también se hizo, comenzando por su hermano y nieto, a otros músicos de valía como Néstor Pauta, Iván Orellana, Homero Tapia y Rubén Alvarado, este último “maestro de maestros” en el bandoneón, con quien los hermanos Bonilla-Alvarado tocaban desde tangos, boleros y pasillos hasta pasodobles, valses y cachullapis.
Cuando le tocó su turno, dio paso a su “Charo” para que reciba el Acuerdo. Se convenció de que había vuelto a su pedazo de tierra, a su hogar, allá en su Santa Isabel.
En el concierto, “Aficho” se dio modos para introducirse entre su hermano y su nieto; entre Iván y Néstor, para tocar el requinto, la guitarra o el bandoneón.
Sintió que todos querían abrazarlo; decirle, “Aficho” has vuelto; hemos visto cómo el requinto se rinde ante tus manos; y que les respondía, qué bueno que no me han olvidado, qué bueno que luego homenajearán a otros músicos. ¡Háganlo!
“Aficho” apagó las dos velas que habían puesto junto a su retrato, abrazó a todos, agarró su requinto y se volvió al infinito donde mora. (O)