La poesía desde la experiencia personal

Aníbal Fernando Bonilla

El verso contiene la huella personal del autor/a, en donde se atribuye la exploración del todo y de la nada. Es la pletórica y a su vez sistemática mirada del mundo en sus formas disímiles, en sus contradictorias y/o complementarias interpretaciones de signo lírico. Cada verso es un eslabón que se entrelaza para afianzar una cadena mayor con fulgores y sudores, apreciaciones y dicotomías: destello en el horizonte. La poesía forjada con el barro que usa el alfarero supera el lugar común y el adorno innecesario. No es esparcimiento de fin de semana, sino una actitud declarativa y experimental frente a la vida, que implica un pacto perenne con el manejo verbal. Para ello, es valioso recurrir a la técnica que demanda el empleo del lenguaje, más allá de lo trivial.

En mi poemario Íntimos fragmentos (publicado por El Ángel Editor en diciembre de 2019) compilo -con el corazón y las manos- 52 textos de formato mayoritariamente corto, cuya característica es la economía literaria, tras un trabajo creativo y de revisión de más de un año. Los temas son universales desde una individual óptica de los hechos y los sentidos. Un cúmulo de aprendizajes, sueños, extravíos, desencantos, evocaciones en el temblor de la madrugada en pro de un juego lingüístico liberador. La naturaleza, el paisaje, el río serpentean en las hojas de manera cadenciosa con otros tópicos, como el amor, la pasión femenina, el verano, la nostalgia, el destierro, la muerte.

“Hay muchos modos de abordar la poesía”, dice Gabriel Celaya. En este caso, en Íntimos fragmentos dejo una parte de mi particular apreciación respecto de la palabra bendita, que la comparto con ustedes: “Enhebrar versos / entre el dilema / y el despojo de la piel, / cúmulo de dudas / en el diván, / pálpito de la tierra, / asombro en la nada / como alternativa al tedio de los días grises, / delirio del profeta / entre la fragilidad y el desvelo. // La distancia es vana // ante la alegoría de la palabra”. (O)