Carretera para vergüenza nacional

Jorge L. Durán F.

Desde hacía muchísimos años a los azuayos se nos va ido la vida reclamando por el pésimo estado de las vías que comunican a Cuenca con El Oro, Guayas, Morona Santiago y Loja.

Cuando los Consejos Provinciales, hoy devenidos en Gobiernos Provinciales o en el genérico pomposo y puro cascarón de Gobiernos Autónomos Descentralizados, por tener atribuciones, se convocaban Asambleas Provinciales, foros democráticos y determinantes para hacer oír la voz ciudadana, incluso con paros. Pero una estrategia maquiavélica las borró del mapa.

Fue la época en la cual los gremios empresariales, la academia, los colegios profesionales y otras organizaciones sociales tenían fuerza, capacidad de convocatoria, sobre todo, preocupación especial por los problemas de la provincia, entre ellos el de la vialidad.

Ahora, con pocas excepciones, ni parecen existir, dan señales de vida cuando toca defender sus asuntos corporativistas. Es la consecuencia de aquella estrategia durante el gobierno que no quería que nadie le contradiga ni le haga contrapeso.

Tremenda, terrible metamorfosis social y política. Desde entonces, las voces de reclamo, esporádicas, por cierto, semejan a las que emite quien, por lento y débil, ve partir su nave sin él. Bueno, es que también había políticos y otras personalidades como para “sacarse el sombrero”.

Nos tendría que indignar, y sólo por citar un caso, el deterioro de la vía Cuenca-Girón-Pasaje. Entre las interprovinciales, debe ser la peor de las peores del Ecuador, la vergüenza nacional.

Pero eso no importa para el Ministerio de Transporte y Obras Públicas. Los gobiernos de turno, si acaso saben que existe, la han abonado a su suerte. Cualquier reclamo que les llega desde el sur lo sienten como si alguien querría matar un oso con un alfiler.

Se nos burlan en la cara. Y nos dejamos. Nos prometen estudios y más estudios, y se nos ríen. Y lo permitimos. Vienen, nos ponen manteca en las orejas anunciando que por allí hay un crédito. Y los creemos.

Si alguien se propusiera a contar el número de baches y hundimientos, medir su diámetro y profundidad, vaya que se pasaría algunos meses haciéndolo.

Si los vehículos hablaran, exigirían no ser conducidos por esa vía; se resistirían a cruzar por tramos llenos de “chirimoyas de acero puntiagudas”; mandarían al diablo viendo cómo, para rehabilitar una parte, ya van por los cinco meses; o se rebelarían por no haber un “Juan de buena alma” que se comida a analizar el origen y la causa de un deslizamiento en el kilómetro 80, uno de los tantos que hay, y es señal de que la Cuenca-Girón-Pasaje es la vergüenza vial del Ecuador. (O)