Cuentos de la loma

Tito Astudillo y A.

La temporada de vacaciones cuando, concluido el periodo escolar, los nietos llegan a la casa de los abuelos y que mejor si es en el campo, abre un espacio para la imaginación que se resuelve en actividades creativas y aventuras compartidas que aportan conocimiento lúdico, afinamiento de la sensibilidad y nuevas destrezas.

El río y la loma, siempre, serán el mejor escenario para sus aventuras, aunque el río se agota en un paseo de playas siguiendo su curso cimbreante hasta la curva de la pendiente, acogedor laberinto de grandes rocas entre los que fluye un cristalino caudal con pequeños remansos que se diluyen en lindos arenales y pedreras, saltarlo de ida y vuelta y un saludito mañanero. Pero la loma ofrece tanto para descubrir, comparar y nominar como la Cueva del Oso, acogedor abrigo natural posada, refugio o cocina ocasional de caminantes, pastores, leñadores, romeriantes o cuatreros; la Cueva de los Increíbles, bajo un gran monolito sobre dos columnas rocosas con pendientes a los lados, pasarlo es bautizo de rigor para quien se precie de auténtico aventurero; en la cima el mirador de los gáñales, terraza rocosa con una linda vista de la microcuenca del río a la sombra de gigantes gáñales florecidos; la Cascada de Mama Aurora, hermosa caída y chiflón bajo un gigante puente rocoso natural; y la cueva del raposo, el santuario de los curiquingues, el laberinto de los musgos, el altar de los  san pedros, la parada del ovni, la montaña del agua y más rincones y vericuetos de la loma que reciben su bautismo de ficción, todos quieren descubrir y nominar algo, porque se ve y se siente, la naturaleza también, con lo que se tiene en la mente y en el corazón.

Pero la aventura no queda ahí porque, en la noche, a la luz y calorcito de una fogata, entre golosinas y agüitas aromáticas de la abuela, y a petición unánime, ¡¡¡que cuente, que cuente!!!, cada uno, relata, lee o expone la mejor versión de sus experiencias, recuerdos y fantasías del día. (O)