En 2025, los ecuatorianos volveremos a las urnas para elegir a nuevos mandatarios, entre ellos, asambleístas, parlamentarios andinos, y por supuesto, presidente y vicepresidente de la República.
Y si bien es cierto, falta aún tiempo para el 9 de febrero de 2025, cuando se realizará la primera vuelta; el pasado fin de semana algunos partidos y movimientos políticos cumplieron con lo establecido en el Código de la Democracia, y recrearon un intento de democracia interna, y “sorprendentemente” eligieron de manera unánime a sus binomios presidenciales.
No existieron mayores sorpresas, y la dinámica recrea lo ocurrido en las elecciones anticipadas de 2023, pese a que algunos movimientos intentan “edulcorar” a sus candidatos a vicepresidente, con el propósito de ser más cercanos a la ciudadanía, e incluso generar mayor armonía a la interna en caso de gobernar.
Sin embargo, poco se sabe de sus posibles propuestas, o de planes participativos que permiten resolver verdaderamente los problemas que atraviesa el país. Es tiempo de dejar de lado los eslóganes, las imágenes o las participaciones de los políticos en redes sociales, y se debata seriamente acerca del desempleo, la inseguridad, la ola migratoria, el fortalecimiento de la economía, el modelo de desarrollo sostenible, así como la serie de amenazas que atraviesa el país.
La norma ecuatoriana en materia electoral, Código de la Democracia, incluyó la obligatoriedad de los debates respecto de los candidatos presidenciales, pese a ello, no puede quedarse únicamente en un evento aislado, el debate de estos temas trascendentales debe ser realizados en sus comparecencias ante la prensa, en los mítines políticos, y por supuesto durante la campaña “puerta a puerta” que los movimientos y partidos políticos realicen.
Es momento que la democracia ecuatoriana madure, y genere acuerdos nacionales de mediano y largo plazo, en la que los únicos beneficiarios sean los ciudadanos y no los políticos de turno. (O)