En la sesión de la Asamblea correspondiente al 8 del presente mes, la asambleísta independiente María Teresa Pasquel propuso el cambio del orden del día con el objeto de que el pleno de la Asamblea resuelva sobre un homenaje a la memoria del ex asambleísta y ex candidato presidencial Fernando Villavicencio, al cumplirse un año de su atroz asesinato. Increiblemente, el pedido de la asambleísta Pasquel que, aparentemente debía ser respaldado en forma unánime por el ente parlamentario, no contó con el apoyo de las bancadas correista, socialcristiana y de Pachacutik, lo cual, numéricamente hablando, significó una negativa al propuesto homenaje.
El asesinato de Villavicencio fue un acto doloroso para la nación y rechazado por la inmensa mayoría de ecuatorianos, porque más allá de las posiciones personales y de las actuaciones del líder político, era obvio que su muerte era una respuesta de grupos narcopolíticos que se sentían afectados por sus permanentes denuncias. Su asesinato, además, era una indiscutible señal de que la violencia y la inseguridad comenzaban a sentar sus reales en campos otrora respetados por la actividad delincuencial.
Las resoluciones de la Asamblea Nacional han sido criticadas por infinidad de causas y por más que justificadas razones y, una de las últimas, es aquella de “rendir homenajes” por un “quítame estas pajas” y, por supuesto, en actos sin ninguna trascendencia para la vida comunitaria. Los asambleístas protagonistas de la negativa para el homenaje a Villavicencio tendrán, más que seguro, una serie de argumentaciones en favor de su incongruente como vergonzosa posición, pero ello no les librará del escrutinio público más aún en época preelectoral.
Leí a un pensador, hace ya bastantes años, que, frente a las diatribas en su contra emitidas por sus adversarios políticos, decía, y con sobra de razón, “hay alabanzas que avergüenzan e insultos que enaltecen, todo depende de donde provengan”. Quienes admiraron y aplaudieron el accionar político y ciudadano de Fernando Villavicencio, y honran hoy su memoria, deben entones sentirse tranquilos, “porque hay homenajes que avergüenzan”. (O)