“Nadie sufre por amor”

Tania Durán Suárez

La frecuencia del amor es tan alta que puede trascender el tiempo y el espacio, es decir, que va más allá de cualquier sistema preestablecido de ideas o conceptos concretos o abstractos.

Cuando se piensa en el amor como un estado alto de la conciencia, se lo entiende como una condición fuera del tiempo, que nos permite ser parte de un todo de ilimitadas posibilidades.

Es un aspecto humano, que se refleja cuando damos un paso fuera del ego y dejamos de lado las ideas sobre nosotros mismos de dramas e historias. Así, paramos el tiempo y con ello paramos el sufrimiento.

“El miedo, es una tendencia del ego para crear una atadura con el sufrimiento”, dice la madre maestra Nam Nidham Khalsa, en su post de Instagram.

Si dejamos las ataduras del ego, el sufrimiento no tiene razón de ser y es solo el amor incondicional el que llena nuestro ser. De esta manera, podemos crear relaciones amorosas y eternas.

Por ejemplo, cuando un ser amado parte, el amor sin ego y fuera del tiempo nos permitirá mantener la fuerza de un amor vivo y latente.

Si el sufrimiento es producto del deseo; como establece el budismo, el fin de este será posible solo cuando desaparezca la urgencia por el apego y por el afán del ego de poseer, tener, controlar o manipular.

Creer que solo el trabajo, la familia, las posesiones nos definen y dan seguridad puede causar sufrimiento, especialmente porque vivimos en un mundo en continuo cambio.

Aceptar que la naturaleza se transforma y cambia es un gran paso para amar sin sufrimiento, incluir una práctica diaria que estimule serenidad, desapego y que nos guíe hacia “el amor como una decisión consciente” sería una gloriosa opción de vida. (“Las cuatro nobles verdades” Joshua J. Mark 2021). (O)