El enemigo está dentro

Andrés F. Ugalde Vázquez @andresugaldev

Al momento de escribir estas líneas la contienda electoral de este simulacro de democracia en el que vivimos cuenta ya con la ridícula cifra de diecisiete binomios inscritos para la presidencia y contando. Para cuando Usted, apreciado lector, lea esto, es bastante probable que tengamos uno o dos nuevos aspirantes a las llaves del reino.

Luego, por el momento, todo marcha según lo esperado. Un presidente en funciones dedicado a tiempo completo a una campaña grosera y millonaria, donde el músculo financiero (no faltaba más) ha permitido un volumen de propaganda tan grande como la pobreza y la vulgaridad de sus contenidos. Todo esto mientras los demás binomios se dedican a cubrirle (y a cubrirse entre ellos) de acusaciones e improperios de todo tipo, lo que es alentador, porque significa que están ocupados. Cuando guarden silencio, entonces habrá que preocuparse, porque significa que han comenzado los concilios secretos en los oscuros pasillos del cálculo electoral, que es donde se juntan sin pudor el agua y el aceita mientras se tranzan los propósitos inconfesables y las verdaderas agendas de las que el pueblo nunca se entera.

Así que, por ahora, la cosa va. Millares de mensajes difundidos por las redes sociales dónde lo que prima no es establecer una verdad ni lanzar una propuesta, sino imponer una imagen, un color, una fotografía que trata de vender un candidato como se vende un desodorante o una hamburguesa. Y allí, en la triste arena de los likes, siempre saldrá ganador el mensaje más estridente, precisos, pueril… banal. El que tenga razón o no, el que tenga una propuesta o no, el use datos falsos o verídicos, son cosas menores, detalles sin importancia.

El hombre es el lobo del hombre decía Hobbes, y es verdad. No necesitamos conquistadores, colonizadores o grandes potencias para terminar con los últimos girones de la democracia. El enemigo de nuestra democracia vive dentro de nuestra democracia, cohabita con ella, en el sistema, la apatía, la incapacidad de consensos y la vanidad. Si estuviese fuera sería fácil eliminarlo, pero no lo está. Esta dentro, dentro una democracia que ha comenzado a destruirse a sí misma… (O)