En los últimos días el Ecuador ha batido dos récords. El primero de ellos, que nos llena de orgullo, las cinco medallas olímpicas obtenidas en Paris 2024 y que nos coloca en una posición destacada entre las delegaciones deportivas latinoamericanas. El segundo récord nos deja, lamentablemente, con la boca amarga, al llegar a 17 el número de los binomios presidenciales que se han postulado para las elecciones de principios del próximo año, a sabiendas de que, el número de aspirantes a la presidencia de la nación, ni de lejos, mantiene una relación directamente proporcional con la calidad y la madurez del evento electoral.
¿Qué significa esta profusión de candidaturas presidenciales? Existen, por supuesto algunas explicaciones, pero quizás la más importante es aquella que tiene que ver con la falta de institucionalidad de las agrupaciones políticas ecuatorianas. Muchas de ellas no tienen una ideología definida, otras no cuentan con una infraestructura nacional ni vigente o peor activa, otras se encuentran dirigidas por uno o por un minúsculo grupo de personas, otras brillan por la carencia de procesos democráticos tanto en la elección de sus propias autoridades como en la selección de candidatos, los acuerdos o alianzas políticas llevan el sello inconfundible de sus propios intereses y no de las aspiraciones comunitarias, son frecuentes las discrepancias y rompimientos internos, y, en fin, un largo etcétera, lacerante y, cada vez, corregido y aumentado.
Las conclusiones entonces resultan obvias. Si los gobiernos son resultado de la actividad política, surgen del debate democrático, y si esta actividad y este debate, se hallan plagados de una clamorosa debilidad institucional, donde la honestidad ideológica y las acciones transparentes, son más bien la excepción que la regla, ¿cuáles son los resultados que esperamos?
Definitivamente, la actividad partidista tiene que ser sometida al escrutinio público y su dirigencia obligada a producir resultados, ¡pero si hasta en el futbol hay las categorías de ascenso y la serie B! Sería saludable que existan reglas más terminantes sobre las obligaciones de los partidos. (O)