El proyecto “Corcho”

Jorge L. Durán F.

Nadie que aun teniendo la memoria más precaria no recordará que dueños de viviendas y comercios se adueñaban de las calles de Cuenca para estacionar sus vehículos durante todo el día.

Madrugaban a poner un par de sillas o lo que fuere para delimitar su espacio frente a su propiedad o local arrendado.

Los parqueos privados eran escasos. Igual los públicos. En tales condiciones era imposible conseguir espacios para estacionar.

Al entonces Alcalde Fernando Cordero, políticamente más conocido por su apodo que por su nombre, malquerido también, algo inevitable en nuestra política de fonda, dentro de su proyecto de ciudad (la Nueva Ciudad la llamó él) se le “ocurrió” implantar el parqueo tarifado.

Qué barullo que se armó. Desde cuestionamientos por supuesto negociado hasta el famoso “cepo” con el cual se inmovilizaba al vehículo infractor, soportó el atrevimiento de poner el tráfico vehicular en orden, ahora extendido por los cuatro puntos cardinales.

Con el tiempo se consolidó aquel proyecto, incorporando algunos cambios. Y allí está, “campante y coleando”.

Ha sido y es replicado en otras ciudades. Aun en cabeceras cantonales pequeñas se lee “zona de parqueo tarifado” cuya simbología consta hasta en el test de preguntas para obtener o renovar la licencia de conducir.

Pero eso ocurre cuando se tiene un proyecto de ciudad a mediano y largo plazo. Implantarlo cuesta trabajo, lágrimas, sacrificar el capital político, ganarse enemigos gratuitos de cuyos ataques no se libra ni siquiera la madre, viva o muerta.

Aquella no fue la única propuesta urbanística. Fueron muchas, y por ello Cuenca es lo que es. Obvio, otros Alcaldes también pusieron lo suyo. Hicieron de la ciudad un referente obligado para replicarlo en otras urbes, ubicándola, además, en el epicentro de la discusión política para analizar los grandes problemas nacionales, cosa que ahora no ocurre ni de chiste.

No es una alegoría al personaje, también con algunos yerros, propio de quienes toman decisiones así el mundo se les venga encima, tienen verdaderos proyectos de ciudad, saben hacia dónde conducirlas, se fajan por ellas, las han estudiado a fondo desde su perfil profesional, y aplican esa especie de axioma: un buen Alcalde hace un buen Concejo Cantonal, aun en medio de discrepancias. También a la inversa. Lo contrario es ver a ciegos queriendo apagar un incendio atascados en mil mangueras.

¿Qué ocurre con los Alcaldes actuales? ¿Hacia dónde van las ciudades? ¿Acaso tenemos políticos, o ni siquiera eso, esperando que alguien les multiplique panes y peces o los suba al Arca de Noé? Diga nomás lo que tenga que decir. (O)