El término «inteligencia artificial» (IA) se acuñó por primera vez en 1956 durante una conferencia en EE.UU. En ese entonces, la idea de que las máquinas pudieran aprender y realizar tareas humanas parecía propia de una novela de ciencia ficción. Hoy, la IA es parte integral de nuestra vida cotidiana, y juega un papel crucial en áreas sensibles como la medicina, donde transforma procesos y contribuye a reducir errores humanos.
Los datos son esenciales para la IA, y la práctica médica genera diariamente una gran cantidad de ellos, incluyendo imágenes, resultados de laboratorio y anotaciones médicas. Esta convergencia ha propiciado el desarrollo de sistemas avanzados capaces de detectar enfermedades tempranamente y con alta precisión, personalizar tratamientos que minimizan efectos secundarios, o predecir el curso de enfermedades.
La IA potencia nuestras capacidades mientras une disciplinas como la ingeniería y la medicina, e impulsa tanto el progreso médico como nuestra propia evolución. (O)