Morlaco…

Aurelio Maldonado Aguilar

Se conoce al nacido en las orillas orientales del adriático como morlaco, más en Ecuador se llama al cuencano con este nombre, que al principio no dejaba de ser degradante y despreciativo. “Morlaco ni de leva ni de saco” es el trabalenguas en contra del cuencano desde hace decenas largas de años, considerándosele al nombrado paisano como una persona que fastidia, trata mal o es reprendedor y también, por lo menos algo bueno, lo ven como ayudador, acompañante y apoyador. No es desconocida la circunstancia que el cuencano de cepa y de valores, cambió el despectivo término al sitial de orgullo y singularidad y nuestra tierra, el Azuay y Cuenca en especial, fue bautizada como la Morlaquia, sitio y suelo que es indiscutiblemente único en nuestras almas y país.

Nuestra paisana morlaca, doña Verónica Abad, la vicepresidente, es para el gobierno y Noboa la piedra en el zapato, que fastidia y reprende con sendas denuncias y acusaciones ante el Tribunal Contencioso Electoral y más, donde asevera ser víctima de violencia política y de género, denuncias largas que las presenta contra del presidente y pide su destitución, en lo que claramente se podría nombrar como intentar un golpe de estado.

Doña Verónica tiene todo el derecho de presentar lo que quiera y ante el tribunal que sea del caso, pero está muy lejos de ser la morlaca de bien y leal amiga, pues cae en los antiguos términos de la fastidiosa y traidora, pues no se puede decir otra cosa de alguien que va y de la forma más frontal y también subrepticiamente, en búsqueda de dañar a su antiguo amigo, que, al menos me parece a mí, hubo de tomar acciones como su expatriación, para quitarse de encima la molestosa morlaca. Lo más deleznable es que ella cae en viejas taras de corrupción con lo comprobado con su hijo y además, algo imperdonable y vil es el de estar cercana a la víbora de Correa y sus planes, quien la usa como a muchos otros, para lograr sus fines de regresar al poder y el robo y regodearse en impunidad.

Si fue electa por el pueblo (cosa que se encontró sin esperarlo, dicha sea la verdad y únicamente por aquel destino político que es cada vez más obtuso e inesperado en nuestro país ingobernable) hubiera sido una morlaca de honor si luchaba a brazo partido contra la corrupción y el cáncer del narcotráfico que es el que nos va ahogando, sin saber dónde  caeremos como triste final, pues las imágenes y señales de violencia generalizada de la ciudadanía, aunque más en las provincias de la costa, son escalofriantes y se vive ya una inusitada violencia ciudadana que termina en graves crímenes por simples incidentes o accidentes de tránsito, fáciles de conversar. (O)