Los conocemos bien: el dirigente campesino que no ha tocado un machete en su vida; el dirigente indígena que desayuna pancakes; el ambientalista que toma café en vaso de plástico; el católico al que le impacientan los mendigos; el dirigente deportivo que lleva sus hijos a las olimpiadas. Y me van a perdonar, pero a mi me resultan, por lo menos graciosos, cuando no ofensivos. Y, sin embargo, resultan intocables, porque al momento de escribir (escribirles) las verdades, se corre el riesgo de decir algo que podría considerarse intolerante o discriminatorio, y terminar en la inquisición de las redes sociales.
Sí, el mundo de las letras está bajo asedio por la siniestra moda de lo “políticamente correcto”. Y yo lo siento mucho, pero en castellano, cuando dos naciones se matan entre sí, se llama guerra, no conflicto bélico; y si alguien es encerrado por cometer un delito está preso y el sitio donde está preso se llama cárcel. Y lo malo aquí no son los vocablos, porque las palabras no siempre reivindican derechos. El cambiar preso por “persona privada de la libertad” no cambia el anárquico abismo de violencia y ausencia de autoridad en el que viven. Y decir “persona con discapacidad” no construye espacios inclusivos ni les facilita el empleo.
Estamos poblados de discursos “correctos” que ya no producen incomodidad, que mantienen intacta la burbuja, y es una pena, porque la riqueza de nuestro idioma, por algo nos ha llenado de adjetivos y sustantivos espesos, verticales y perturbadoramente ricos, pensados para tocar la fibra, porque es indignación lo que necesitamos, no serenidad, no al menos por ahora.
Así que yo me disculpo por adelantado, pero seguiré buscando ser lo más brutalmente franco que me sea posible; y lo haré en honor a los grandes, como Fernando Vallejo y su “Virgen de los Sicarios”, al ¡Carajo! de nuestro Pedro Saad; a Rodolfo Walsh, ese periodista argentino llamaba muertos a los muertos y desaparecidos a los desaparecidos. Esos escritores que, como dice Vargas Llosa, no piensan en sesgo, ni en diagonal, sino en picado. Esos, sí, esos son los que se extrañan, los demás somos tan correctos… (O)