El manual sobre el amor

Por el siglo XVII, Andreas Capellanus escribió un manual científico y práctico sobre las normas que había que seguir en las relaciones amorosas. Definía al amor como una pasión innata y lo clasificó en varios tipos: el verdadero, entre personas del mismo rango social; el vulgar o carnal; el imposible y el deshonesto.

El libro influyó en la literatura medieval y en la medicina. Basado en la teoría de los cuatro humores corporales, se estableció que el amor era una enfermedad. La salud se mantenía cuando estos humores: sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla estaban equilibrados. El médico Constantino el Africano, en su tratado sobre la melancolía, mostró una conexión directa entre el exceso de bilis negra y el mal de amor que explicaba la asociación de “amor” con “amargo”. Según él, esta dolencia afectaba al cerebro y provocaba pensamientos y preocupaciones intensas en la persona enamorada.

Hubo otra teoría, la de Gordonio, que sostenía que el origen de la enfermedad era el “amor de mujeres” que podía ocasionar la muerte del sujeto. Se suponía que el hombre se obsesionaba con las imágenes de su amada y las archivaba en su cerebro, ocasionando el aumento de la temperatura corporal y el deseo sexual. Los síntomas se presentaban como falta de apetito, insomnio o tristeza perenne.

El amor como enfermedad es una constante en los libros de la época.  En “La Celestina”, Calisto, enfermo de amor, manifiesta un deseo sexual desmedido que lo lleva a la locura amorosa. Hasta Don Quijote busca, como fin último, que su amada Dulcinea conozca el alcance de su pasión.

La curación de la “enfermedad” incluía hacer una dieta estricta: nada de vino ni de alimentos de color rojo. Se creía que estos incitaban a la sensualidad. El enfermo de amor debía ingerir sólo carne blanca y agua.

Además de la dieta, se recomendaba colocarse una plancha de hierro fría sobre los riñones -órganos en los que se pensaba residía la lujuria- y dormir sobre una almohada con ortigas.

Con este tratamiento, se concluía que la causa principal de todos los males era claudicar ante los instintos carnales. Según el manual sobre el amor, este podía ocasionar tanto la muerte física como la condena del alma. Pese a ello, a lo largo de la historia hombres y mujeres se han dejado contagiar de esta “enfermedad” incurable. Ya lo dijo Truman Capote en su tiempo: “El amor, por no tener geografía, no conoce límites”. (O)

CMV

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.

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