Dice Irene Vallejo que para la sociedad del éxito –del consumo-, ser nosotros mismos es un asunto de perdedores, resignados y sin glamur, por eso nos tientan para que deseemos ser otros.
Pero el querer ser otros o como otros, no se limita a modelos que muestran la publicidad o el marketing. Hay quienes pretenden emular al que se presenta a sí mismo como líder, al candidato de turno, al farandulero, al que hace ostentación de lo que tiene, al más sabido, al bacán.
Quien quiere pasar por otro, imposta la vos, la postura, cambia el peinado, el vestido, el discurso, “los principios”, algunos el rostro, buscando mimetizarse con su “modelo”, con la mentira; incluso se victimizan si reditúa. En estos tiempos a muchos así vemos y veremos, tratando de convencer a los demás de su “autenticidad”.
Pero nadie puede huir de su reflejo, ese que nos devuelve el espejo -que como dice Vallejo, recurriendo a un cuento japonés-, en el que a menudo no encontramos reflejada la imagen que tenemos, sino la que tememos. (O)