S.O.S.

Aurelio Maldonado Aguilar

Apenas abrí los ojos en la temprana mañana y me sorprendió un ambiente que jamás en mis décadas de vida, lo sentí. Una neblina muy extraña cubría todo y el ambiente envuelto en una tristeza de miedo. “Calama” suelen llamar este fenómeno, que lejos de ser humedad y niebla, son microscópicas partículas de calcio que llenan el aire y dan esa falsa, extraña y tenebrosa imagen de un velo blanquecino que enturbia todo. Pero ahora era mucho más denso de lo que yo pueda recordar de antaño, pues tenía además cenizas diminutas viajeras desde los pavorosos incendios de nuestra hermana provincia de Loja, donde ya van centenares cuando no miles de hectáreas de bosque primario calcinadas por incontrolables fuegos a pesar de los arduos esfuerzos de bomberos nuestros, apoyados por personal especializado y helicópteros de Perú y Colombia. Posiblemente todo empezó por la costumbre de campesinos de prender fuego sus rastrojos y evitarse la desyerba para sus siembras, fuego que por la sequía pasmosa que vivimos y el viento, nutren la brasa y el enorme flagelo de una quema lamentable progresa sin control.

S.O.S de la naturaleza que grita que la respetemos. Para conseguir pastizales y sembríos, depredamos bosques que son los que nos regalan agua sin que lo notemos. Entonces viene el espanto incontrolable de sequía que lamentamos hoy. Pero el grito del planeta es generalizado. Con nuestras comodidades ya indispensables de autos de combustión, fabricas que producen gases con fenómeno invernadero y otras causas que imponen la industrialización y el modernismo, vamos elevando lentamente la temperatura de nuestra casa, la tierra y los glaciares, las cimas heladas y las superficies congeladas, se van derritiendo, subiendo irremediablemente el nivel del agua, que va colonizando muchas riveras de los continentes. Las sequias brutales como las que hoy sufrimos, donde nuestros ríos son caminos de piedra con regatos infames entre ellas y que pasan su factura en las hidroeléctricas que tienen que suspender su producción al no tener sus embalses el nivel suficiente, conlleva a utilizar barcazas y generadores cuyas emanaciones de CO2 nos agrava peligrosamente.

Tenemos, debemos, tomar acciones aun en contra de nuestras comodidades y en bien del planeta y de la casa que heredaremos a nuestros nietos. Sacrificios necesarios que nos aseguren nuestra sobrevivencia, pues temperaturas mayores a los 40 grados centígrados que ya las tuvimos en algunos lugares del planeta, son incompatibles con nuestro organismo y agrandan y crean nuevos desiertos y tierra yerta progresa, mientras que el hombre crece en número y en necesidades. (O)