Los descartables también tienen alma y rostro

Karina Elizabeth López Pino

Ahora que iniciamos un nuevo año lectivo los niños y adolescentes están emocionados  con sus útiles, mochilas y uniformes nuevos, pero qué de los que desconocen el concepto de familia. Tristemente hay una cantidad de niños y jóvenes cuya vida no ha sido fácil, ni bien nacieron fueron entregados en un orfanato, otros se han acostumbrado a que sus padres salgan y entren a la cárcel.  Entonces, ¿para los descartables de la sociedad no hay esperanzas?, ¿ni derechos a días mejores?,  es la pregunta que me la hago todos los días.

Como sociedad ¿qué estamos haciendo para que esas vidas cambien…se transformen?,  nada, porque ellos y ellas solo forman parte de estadísticas, en el mejor de los casos. Con respecto a los hijos e hijas de las personas privadas de la libertad ni siquiera son parte de números fríos. Parece cruel que se  les califique como descartables, pero eso mismo son. Nadie piensa en ellos, a nadie le interesa si estos chicos tienen qué comer o con quién vivir. Para la mayoría solo son los hijos de los presos.

Que sociedad tan indolente, a boca llena decimos: “Ellos no tienen futuro, serán lo mismo que sus padres”.

Esta frase se convierte en una verdad muy triste. Cuando se quedan sin nada, ni nadie, sumidos en una profunda desesperación, su único camino es delinquir, consumir y vender drogas. Otras alternativas no hay para ellos, la educación, la recreación, la alimentación, vestimenta y otros derechos básicos están tan distantes como el cielo.

No existen políticas públicas para los descartables por esa misma razón, la delincuencia y el crimen organizado se va especializando y tomando mayor fuerza.

Ahora que nos acercamos a la campaña electoral, sería bueno plantear esta realidad a los candidatos para que inventen políticas públicas para estos seres humanos que tan solo necesitan una mínima oportunidad. (O)