Nuevo año escolar

Edgar Pesántez Torres

En mi medio siglo de trabajo, la mayor parte compartiendo la dualidad de médico y educador, esta última con jóvenes en etapa de formación, aprendí a conocer diferentes personalidades, culturas y sociedades de los educandos, lo que hizo al final de mi carrera comprender que el mejor galardón para un profesional de esta actividad es jubilarse de maestro, no la de simple profesor; porque, al margen de disquisiciones que se den al respecto, lo más noble y deseable es ser maestro.

Se emplean el término maestro para aquellos profesionales encargados de dar clases a párvulos o niños de escuela y de profesor a los colegiales y universitarios, otros piensan que el profesor enseña un conjunto de conocimientos y el maestro tiene habilidad en la materia que instruye, unos terceros no hacen diferencia. Muchos que ya peinamos canas pensamos que el maestro es el que transmite no solo conocimientos sino, a través de su sabiduría, desarrolla la inteligencia del educando con su experiencia y orienta a reflexionar y a ser buenos ciudadanos, no individuos con un costal de conocimientos, inútiles para la armonía social y la vida práctica.

En un tiempo de triste recordación se exigió como “conditio sine qua non” que para ser profesor se requiera títulos de posgrado, porque mientras más diplomas de esta estofa se tenga llegaría a ser maestro; más, lo único que se hizo es incrementar el negocio en el sistema educativo, desde donde se ofertaron masterados y pehaches para el embadurnamiento del comprador pero insustancial para la educación, como lo prueba su crisis.

Se ha iniciado un nuevo ciclo escolar y valga este escrito para saludar a los educandos de todos los niveles y decirles que apuesten por la vocación y, sobre todo, por su formación en pedagogía, porque en esta tarea más que en otras “se hace más que se nace”: no hay ningún gen específico que advierta que uno va a ser profesor o maestro, bueno o malo, por tanto ¡hay que hacerse!

Qué los educadores lleguen a disfrutar de la docencia, que durante las clases todos los ruidos de sus adversidades se desvanezcan al entretenerse con los alumnos. Que les guste la docencia, a pesar que les genere angustia y que piensen que los alumnos siempre les exigen cosas nuevas y que les muestran otro mundo. ¡La sensación de que los discípulos crean que el maestro les pueda contar algo interesante, es lo que les debe motivar y satisfacer al maestro! (O)