Digo de un ciudadano, no anteponiendo el adjetivo apocopado de bueno que tiene un significado de valor positivo, acorde con las cualidades que cabe atribuirle por su naturaleza a un habitante, en vista de que, el sustantivo ciudadano “per se” lleva implícito los deberes y obligaciones que cumple para el bienestar y la armonía de la comunidad donde vive. Entre ellas practicar las normas y las leyes, cuidar de los espacios públicos, respetar a los demás y ser amable, cooperar en la búsqueda de objetivos comunes, respetar los bienes y propiedades ajenas, etc. y etc. Entonces, el concepto de ciudadano difiere de un simple individuo, poblador o residente, empero la redundancia a veces es lícita para invocar ser una persona de bien.
El ciudadano es un hombre honesto que, para el cumplimiento de su deber tiene la fervorosa intransigencia con las tiranías y con los malvados, con las autoridades demagogas que no cumplen ni hacen cumplir las leyes, tampoco tiene conmiseración con sus convecinos que irrespetan el entorno y la concordia social. No tiene miedo de cubrirse de enemigos o adversarios cuando de defender el bienestar de sí y de los demás se trata. Su ánimo es lidiar y triunfar sobre la impureza moral y las malas costumbres de sus semejantes. Sabe ser soberano de sí mismo y no se deja gobernar por la tiranía de los instintos y de las vísceras, sí por el de la mente y el corazón.
En la ciudad es inconcebible la indolencia de las autoridades por ciertas conductas de sus mandados que causan caos y desorden. Miren nomás lo que pasa en muchas calles tomadas para hacer mercados, dueños de talleres de diferente naturaleza adueñados de veredas, forajidos acosando a conductores y transeúntes por dinero, frontis de edificios públicos y privados con grafitis o simplemente teñidos por facinerosos, rompe-velocidades construidas por cualquier hijo de vecino, basura por todo lado, especialmente mierda de perros en veredas, parterres, parques y mercados.
Las bravuconadas y amenazas de las autoridades solo quedan en eso, en furias caninas para que los canes sigan haciendo sus canalladas. Así como los barrios se organizaron en contra de la delincuencia y que ha dado buenos resultados, así también se debe proceder con estas prácticas que afean a la ciudad y enferman al vecindario. En una vereda leí, colgado en un arbolito una nota que decía: “No rompas mis ramas, soy tu medicina” y así, él y sus vecinos estaban íntegros. (O)