La suspensión del servicio de energía eléctrica era inevitable, dada la prolongada sequía, la peor de los últimos 61 años, según el Gobierno.
Este miércoles el país se quedará sin luz desde las 22:00 hasta las 06:00 del jueves. Así lo informó el Régimen el fin de semana anterior; pero horas después anuncia lo inevitable: los apagones generales se prolongarán para las noches del 23, 24, 25 y 26 de septiembre de 2024, dentro de aquel mismo horario.
La industria, grande o mediana, producirá su propia energía por medio de generadores. No todas por su puesto.
Los centros de salud harán lo mismo. En fin, todos cuantos tengan su propia generación.
Para el Gobierno, el horario establecido permitirá un menor impacto en las actividades productivas y en la jornada laboral. Y por eso ha dispuesto teletrabajo en el sector público.
En poco tiempo hemos pasado de suspensiones en segmentos de horarios y en diferentes zonas a los apagones totales. Las pérdidas económicas son invaluables, aunque no para las transnacionales mineras. Esto último las autoridades energéticas no lo han desmentido. ¿Saben cuánta energía consumen?
En un 85 % o más, el país depende de la generación hidroeléctrica. Si no llueve esta disminuye, y represas como las de Paute y Mazar están al tope.
La producida por la barcaza contratada es un alivio pequeño. La demanda de energía es infinitamente superior a la oferta. El desbalance es alarmante. ¿Y?
El Gobierno se estrenó con la aprobación de la ley “no más apagones”. Pero la realidad no refleja nada.
La Constitución prohíbe inversiones privadas en ese sector básico de la economía. Terrible y cruel paradoja. Un monumento del estatismo. Las consecuencias están a la vista. ¿Quiénes deben cambiar estas reglas de juego?
Sobre seguridad ciudadana, se ha dispuesto el toque de queda. Solo queda a los ecuatorianos encerrarse y cuidarse a sí mismo. Épocas terribles para el país.