Vemos a diario que, sin importar las condiciones climáticas, la contaminación acústica, la incultura de varios conductores y peatones, el menosprecio de otros tantos, entre algunos indicadores, quienes tienen que limpiar la basura que nos estorba y lanzamos a suerte de la favorabilidad del entorno; están ahí…
Nuestras hormiguitas chúas adecentan lo que cada uno por educación y corresponsabilidad lo debería hacer, me refiero a las y los irrespetuosos ocupantes del espacio público a quienes tanto les cuesta poner SU basura en SU lugar, burlando el buen hábito de aseo que se asume, está habituado en sus hogares y espacios comunales.
Si en algún momento nos tomamos unos segundos para mirarlos, entenderemos que no solo son mujeres y hombres vestidos de verde y llevando consigo implementos de ligera protección, con una escoba en una mano y en la otra un recolector; en esos pocos segundos podremos percibir que sus rostros nos expresan angustia, cansancio, ira, dolor…
Entendible en la medida que, a más de ser parte de una población económica activa subvalorada, se ubican entre dos quintiles más bajos de pobreza.
Lo que no es entendible ni merece justificación alguna conforme el nivel de escolaridad, es que, quienes limpian nuestra basura son SERES HUMANOS obligados en su cotidiano trabajo a mantener su compostura frente al inculto cretino; ahora bien, ante esa realidad, ese es solo uno de los problemas que tienen que confrontar; me atrevo a decir, que la violencia familiar, la desnutrición, el trabajo infantil, entre otros, son un plus a sus diferenciadas realidades.
Hagamos consciencia y apliquemos por deber ser que quien ensucia, limpia ¡Cuántas cosas mejorarían! (O)