Pablo Arrobo espera que se haga justicia tras dos años de espera

El triatleta Pablo Arrobo abandonó el deporte tras el accidente que le dejó un profunda cicatriz física y psicológica.

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El triatleta Pablo Arrobo abandonó el deporte tras el accidente. Hoy estudia Medicina con fondos de su propia familia.

Con la premisa que nadie sale de su casa con la intención de ‘matar’ o de buscarse un accidente, este miércoles 18 de septiembre el triatleta Pablo Arrobo espera que prevalezca la justicia.

En la ciudad de Azogues tendrá lugar el juicio final de un caso que ha tardado más de dos años en resolverse.

El 10 de abril de 2022, mientras entrenaba en la autopista, sintió el impacto de un vehículo. Las cicatrices que dejó en su rostro son una evidencia más de la imprudencia de quienes no sienten un poco de empatía por un ciclista que tiene tanto derecho como un peatón o auto de utilizar las vías.

“La verdadera responsabilidad es compartir las vías con respeto y proteger la vida de todos los que las usan», dice la entrenadora Cecilia Fárez.

El 18 de septiembre “finalmente se escucharán nuestras voces en el juicio, y pedimos que sea un proceso justo…”, añade Fárez. Espera que se sienta un precedente “porque no podemos seguir perdiendo más sueños en el asfalto».

Sueños no cumplidos de Arrobo

Arrobo intentó regresar a la alta competencia con la ilusión de recuperar el tiempo perdido y cumplir sus sueños. Le resultó difícil no solo desde lo físico sino también desde lo emocional.

No le fue sencillo superar el ‘bullying’ de algunos compañeros del colegio o las miradas de la gente, haciéndole sentir distinto a los demás.

Entre los sueños de Arrobo estaba destacar en el alto rendimiento para obtener una beca de estudios. En la actualidad, con apoyo de la familia empezó a estudiar Medicina en la Universidad Católica de Cuenca.

El deporte lo abandonó por completo. “Tengo miedo de subir a una bicicleta, no puedo hacer lo que hacía antes”.

Sus padres tampoco quieren volver a vivir una situación que los afectó en la parte emocional e incluso económica.

Al ser de escasos recursos, tuvieron que vender bienes para costear dos operaciones de rostro. Aún falta dos más para que la cicatriz no quede muy grande, pero ya no tienen como solventarlas.

La gente está contenta cuando un atleta gana una medalla, pero hay que fijarse en el proceso, apoyar y respetar al deportista, dice Arrobo.

De ahí que no comprende como el conductor que le impactó durante el entrenamiento en ningún momento mostró interés sobre su estado de salud y proceso de recuperación.

“Los accidentes pasan y es humanitario dar la mano si pasa algo. No he notado eso de la otra parte”.

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