“Rabo de paja”

Hugo Lucero Luzuriaga

“Rabo de paja”, un oportuno adagio popular, que se refiere a que algunas personas poseen malos antecedentes en los campos de la justicia, honestidad, política y afines, con el condicionante de que son capaces de endilgar esos mismos errores a otros sin reconocerlos los propios. 

En este contexto, hoy como nunca, aparecen muchos personajes con “rabos de paja”, sobre todo, cuando se acercan nuevas elecciones; pretendiendo mostrarse como pulcros y honestos. Los hay de diferente tamaño con el peligro de incinerarse, sobre todo, cuando se rozan o son encendidos por unas mechas, mismas que producen, expenden y hasta “obsequian” algunos miembros de los GDO, a cambio de “favorcitos”. También se chamuscan entre amigos y enemigos políticos en función de ganar adeptos, acabar con el otro o mostrarse inmaculados ante los ciudadanos.

Los tamaños son variables desde los pequeñitos hasta los grandes, emergen generalmente del hígado, pudiendo generar peligros de quemarse y contaminar a muchos amigos, coidearios, seguidores y hasta del submundo. Asombra que por allí aparezcan algunos nóveles políticos sin este componente, empero, que después de muy poco tiempo les va brotando, incluso hasta sobrepasar a sus ejemplares compañeros.

Con razón, al Sr. Presidente le pasan cuidando este elemento, funcionarios, coidearios y hasta militares y policías, aunque corre el riesgo de que algún cercano provoque una chispa que le estropee a sabiendas que le está creciendo. Sus colaboradores y subordinados también ya tienen unos pequeñitos que se les va incrementando, por ello que cuando están grandes los separan del grupo en función de evitar fuego que podría generalizarse

Es risible observar a muchos personajes con rabos de paja grandes y viejos, que por evitar que se les quemen huyan y desde otros espacios lancen mechas prendidas tratando de provocar daños irreparables a los de la tierra natal.

Preocupa sobremanera, ante la no remota posibilidad, de que por la presencia numerosa y los roces entre los citados elementos pueda en un momento menos pensado producirse una explosión en la Asamblea Nacional de incalculables consecuencias, sobre todo, para un pueblo que ya no confía en la honestidad de los que se llaman así mismos políticos. Obvio, con excepciones. (O)