Ayeres distintos y distantes

David G. Samaniego Torres

Quienes estamos de pie y nuestra memoria no ha decidido, aún, abandonarnos, conservamos años que duermen su pasado y que están siempre prontos para despertarse y regalarnos algo especial, único: retornar al pasado, revivir acontecimientos idos, despertar vivencias para saborear nuevamente instantes, horas o meses de inolvidables recuerdos. Nuestro pasado es un gigantesco y maravilloso reservorio que conserva todo aquello que vivimos: nuestros sueños y también aquellas obras que justificaron nuestra pertenencia al género humano.

Qué grato es reunirse con quienes un día fueron nuestros alumnos para recordar episodios vividos y olvidados, en parte, por quienes fuimos sus maestros. El sábado 14, de este mes, volví a ver a los graduados hace cincuenta años en el Colegio Cristóbal Colón, de la ciudad de Guayaquil.  En apretada síntesis se me hizo saber que la disciplina de entonces les ayudó a enrumbar sus vidas; que el deporte y la ciencia abonaron sus metas; que Don Bosco y María Auxiliadora fueron y son compañeros de ruta y que sirven a la sociedad como profesionales, con motivaciones diversas.

Hace cincuenta años educábamos con amor y pasión. Amábamos nuestra misión de maestros. Estudiamos para ello, porque supimos que era una profesión noble y muy delicada. Dimos la respuesta que debíamos dar: RAZON, FE Y AMOR, fue la trilogía salesiana que revolucionó la pedagogía: la meta era conseguir que los estudiantes conocieran el porqué de las disposiciones y normas, que sus vidas estuvieran ancladas en la fe. Educamos con verdadero amor cristiano, con paciencia, sabiendo que eran niños y jóvenes en formación y que merecían todo esmero. Lógica y Ética a más de Moral y Cívica fueron pilotes de formación humana, clavados en tierra firme y fértil a la vez. Algo trascendental: el cuerpo docente, tanto de la escuela como del colegio, eran personas convencidas de la esencia y trascendencia de las metas salesianas. Era un equipo que respiraba al unísono y caminaba hacia una meta común.

Conozco que las actuales autoridades educativas del país se han percatado de las falencias de sus programas y buscan remediarlas mediante “Cívica, Ética e Integridad” como instrumentos para obtener una formación en valores y derechos. Bienvenida la preocupación. ¡Enhorabuena!

Dos inquietudes, señora ministra:  1) ¿Los maestros están debidamente capacitados y son poseedores de esos valores?  2) ¿Las autoridades de gobierno son personas que encarnan dichos valores? Nadie da lo que no posee. (O)