Nos orgullecemos pensando que el hombre es el ser más especial de entre cuantos habitantes sobre la faz del planeta Tierra. Quizá es una idea equivocada. Pues, ni siquiera somos los dueños y señores del planeta, porque de ser así lo cuidáramos como el mejor de los bienes patrimoniales que lo tenemos a nuestra entera disposición. La verdad es que a nuestra tierra y su entorno lo consideramos como una simple huerta plantada para nuestro provecho y con el mayor de los descuidos o como un terreno menos preciado en donde es lanzado a diestra y siniestra toda clase de desperdicios.
Es evidente que, somos los animales más inteligentes y los únicos dotados de conciencia, y hemos llegado tan lejos en conocimientos en los más diversos campos del saber, pero en lo que concierne al conocimiento del cuidado de nuestro planeta nos hemos descuidado.
Las extraordinarias hormigas, solo por poner uno de tantos casos, viven en armonía formando colonias, y cuando salen a buscar alimento lo hacen en pelotones, consientes siempre de las fronteras y sus limitaciones; se ponen a la defensiva al encontrar seres extraños y peligrosos.
Podría decirse que esta conducta es automática, que las hormigas son pequeñas máquinas, dotadas de códigos conductuales y nada más; pero también puede evidenciarse en ello una conducta cuidadosamente razonada gracias a un diminuto cerebro capaz de dar origen a uno o dos pensamientos muy pequeños, y nada más.
Nuestro cerebro en cambio es enorme y continuamente produce innumerables cantidades de pensamiento.
En resumen, debemos desterrar nuestros errores si queremos controlar el cambio climático y tener una vida mejor. Urge pensar juntos, valorar y conservar nuestro planeta tierra. Si llueve es hora de ocuparnos también de la reforestación. “MANOS A LA OBRA”. (O)