El reparto del ingreso de la economía de un país entre los trabajadores y el capital es una forma clásica de medir la desigualdad. Los trabajadores seguimos perdiendo terreno en el país, es decir, la inequidad sigue avanzando en favor del capital. De acuerdo a los resultados elaborados por el BCE últimos disponibles, la distribución del PIB a favor de los trabajadores se sitúa en 33,9% en 2011, mientras que la remuneración al capital o excedente bruto de explotación (EBE) si sitúa en 34.0%. Esta tendencia se intensificó durante y después de la pandemia, lo que muestra cómo, en momentos de crisis, el ajuste en la distribución del ingreso favorece más al capital que al trabajo.
Desde mi punto de vista, las afectaciones en el sistema financiero, vinculadas a la morosidad, están directamente relacionadas con el aumento de la desigualdad. Esto ha provocado el estancamiento del poder adquisitivo de las clases populares y medias, que se ven forzadas a endeudarse cada vez más. Al mismo tiempo, se les han ofrecido créditos más fáciles desregulados por algunos intermediarios financieros poco rigurosos y deseosos de encontrar buenos rendimientos para el poco ahorro financiero inyectado por los sectores con mayor dignidad crediticia.
Desde luego, si el aza de las desigualdades se hubiera acompañado de un crecimiento excepcionalmente fuerte de la economía ecuatoriana, las cosas serían muy distintas. Desafortunadamente, el crecimiento ha sido menos intenso que en años anteriores, lo que, el aumento de la desigualdad conduce casi a un estancamiento de los ingresos bajos y medios. Una de las formas de reducir la desigualdad es la mejora en la productividad, pero en un estudio reciente, realizado en colaboración con una universidad local, muestra que los resultados en la productividad de las grandes empresas supera con creces a la productividad de las medianas, pequeñas y, sobre todo, de las microempresas; es decir, esa continua transferencia interna entre empresas y por ende de grupos sociales son uno de los elementos claves de los desequilibrios que van contribuyendo a desestabilizar la economía. (O)