La capacidad intelectual de un niño es un tesoro que se puede cultivar desde temprana edad. En ese sentido, resulta fundamental comprender cómo explotar esta capacidad en cada etapa de su desarrollo, para poder apoyar su crecimiento cognitivo y emocional.
Monica Carpio, representante de Helen Doron Ecuador, comenta que la metodología más adecuada es aquella basada en el aprendizaje natural y la estimulación acertada, con un enfoque integral para guiar a los padres y educadores en este proceso. A continuación, la experta explica cómo se pueden aplicar estos principios desde los primeros meses de vida hasta la adolescencia.
De 3 a 12 meses: El poder de la estimulación sensorial
En los primeros meses de vida, el cerebro de un bebé es como una esponja que absorbe todo lo que le rodea. Durante esta etapa, es fundamental proporcionar una estimulación sensorial rica, y para ello, los padres pueden potenciar la capacidad intelectual de sus hijos mediante la exposición a diferentes sonidos, texturas y colores. “El lenguaje juega un papel crucial”, dice Carpio, quien añade que hablarle constantemente al bebé, cantarle y leerle en voz alta fomentan la conexión neuronal necesaria para el desarrollo del habla y el lenguaje.
De 1 a 3 años: Aprendizaje a través del juego
Entre el primer y tercer año de vida, el juego se convierte en la principal herramienta de aprendizaje. La especialista subraya la importancia del juego estructurado y libre como métodos para desarrollar habilidades cognitivas y sociales. “Podemos usar juegos de construcción, rompecabezas simples, y actividades que requieran la resolución de problemas, que son esenciales en esta etapa”. Además, el refuerzo positivo por cada logro, no importa cuán pequeño sea, fortalece la confianza y estimula el deseo de aprender.
De 4 a 6 años: La exploración del lenguaje y el pensamiento crítico
Al llegar a la etapa preescolar, los niños están listos para adentrarse en el mundo de las palabras y la lógica. Introducir la lectura mediante métodos lúdicos y la narración de historias ayuda a desarrollar la comprensión y el vocabulario. Carpio recomienda el uso de preguntas abiertas para fomentar el pensamiento crítico, animando a los niños a observar, describir y encontrar soluciones a problemas simples. Esto prepara el terreno para habilidades más complejas como la lectura comprensiva y la matemática básica.
De 7 a 9 años: El desarrollo de habilidades académicas
Durante los primeros años de la escuela primaria, es vital contextualizar el aprendizaje para que los niños vean la relevancia de lo que están aprendiendo. La representante sugiere que las lecciones estén conectadas con situaciones de la vida real y se apoyen en la creatividad. “Por ejemplo, aprender matemáticas a través de juegos de tienda o escribir cuentos a partir de experiencias personales, no solo refuerza las habilidades académicas, sino que también mantiene viva la curiosidad y la motivación”, dice.
De 10 a 12 años: Potenciando el razonamiento lógico y la autonomía
Al acercarse al final de la infancia, los niños comienzan a mostrar un mayor interés por la lógica y la resolución de problemas complejos. Este es el momento adecuado para introducirlos en actividades que requieran pensamiento abstracto, como el ajedrez o desafíos matemáticos. “La metodología que usamos en Helen Doron, incluso, enfatiza la importancia de la autonomía, permitiendo que los niños elijan proyectos y áreas de interés, lo que fortalece su capacidad para trabajar de manera independiente y tomar decisiones informadas”, asegura la experta.
De 13 a 15 años: El fortalecimiento de la identidad y el pensamiento crítico
En la adolescencia temprana, los jóvenes comienzan a cuestionar el mundo que los rodea y a buscar su identidad, y es justamente en esta etapa en la que el pensamiento crítico se vuelve esencial. Según la representante, una buena alternativa es facilitar debates y discusiones sobre temas actuales, permitiendo que los adolescentes expresen sus opiniones y consideren diferentes puntos de vista. También es crucial apoyarles en la gestión de sus responsabilidades académicas y personales, guiándolos hacia una autodisciplina efectiva.
De 16 a 19 años: Preparación para la vida adulta
“Hacia el final de la adolescencia, el enfoque debe estar en preparar a los jóvenes para la vida adulta”, indica Carpio. Esto incluye el desarrollo de habilidades prácticas como la gestión del tiempo, la toma de decisiones financieras, y la planificación de su futuro académico o profesional. Adicionalmente, recomienda integrar estas habilidades en el aprendizaje cotidiano, a través de proyectos y situaciones reales que les permitan aplicar lo aprendido en contextos que enfrentarán en su vida diaria.
En definitiva, explotar la capacidad intelectual de un niño requiere una comprensión profunda de cada etapa de su desarrollo y una aplicación cuidadosa de métodos que estimulen su curiosidad y creatividad.