La justicia de Estados Unidos condenó a 10 años de cárcel a Carlos Pólit, excontralor general del Estado durante más de una década.
El Departamento de Justicia de ese país pidió una condena de 19 años y 5 meses por haber lavado $16, 5 millones en su territorio, producto de la corrupción cometida en el Ecuador en su calidad de contralor, cuya responsabilidad ética, moral y profesional era salvaguardar los dineros públicos.
Es el triste corolario de un periodo presidencial en el cual primó la corrupción al más alto nivel. En el caso de Pólit, recibiendo sobornos de la trasnacional Odebrecht, o alterando informes de auditorías y exámenes especiales, o escondiéndolos a cambio de altas sumas de dinero, posteriormente lavándolos en Estados Unidos por medio de su hijo, también procesado.
Cuánto dinero mal habido, es decir saqueado al pueblo ecuatoriano, por una cantidad de políticos corruptos, sea directamente o por terceros, ha servido para montar empresas fantasmas en otros países, colocarlos en paraísos fiscales, mientras “casa adentro”, la pobreza, el desempleo, la falta de atención en salud, en educación, siguen campantes.
Muchos se preguntarán, cuál habría sido la suerte de Pólit si lavaba el dinero sucio en el Ecuador. Posiblemente nunca lo investigaban; si lo hacían, la Justicia a lo mejor le eximía, el proceso duraría años y años, hasta pudo ser candidato o escapar del país pretextando persecución política, o pedía asilo.
Las comparaciones son odiosas, suele decirse; pero caben cuando son oportunas y sirven para determinar diferencias. Por eso, muchos políticos corruptos, parodiando a los narcos colombianos, podrían decir: preferimos la Cárcel 4 de Quito a enfrentarnos a la Justicia de Estados Unidos, peor a sus celdas.
La condena a Pólit viene justo en época electoral en el Ecuador. Ojalá sea una razón de fondo para razonar al momento de decidir por quién votar. La corrupción también suele tener candidatos.