La soledad en las grandes ciudades

Hernán Deleg Pacheco

Sentirse solo no es lo mismo que estar solo. En las grandes ciudades, millones de personas viven apiñadas, pero, curiosamente, este apiñamiento engendra en ellas sentimientos de soledad. El ajetreo de la vida urbana impide a muchos incluso saber quiénes son sus vecinos; de ahí que terminamos viviendo entre extraños. ¿Sera verdad? La generalizada falta de confianza en los desconocidos y el deseo de proteger la intimidad personal tienen mucho que ver con la cantidad de individuos que se sienten solos en las ciudades; sentirse solo es una condición persistente de malestar personal y emocional; o sentirse incomprendido o rechazado, más aún si es inmigrante en algún país del norte; pues la barrera del idioma, la falta de amigos y el frio contribuye a que invadiera una profunda soledad. Mientras que estar solo es sencillamente la ausencia voluntaria de compañía.

La capacidad de comunicación va en declive debido a que los teléfonos móviles y otros dispositivos electrónicos se están interponiendo entre las personas. El periódico australiano, informo: “La tecnología promueve el aislamiento. En vez de hablar, la gente envía correos electrónicos o mensajes de texto”. Creo que la gente se esfuerza menos por verse, porque creen que es suficiente con intercambiar mensajes instantáneos…

A fin de capear la crisis económica, un gran porcentaje de ciudadanos han tenido que inmigrar, lo que arranca con sus antiguos vecinos, amistades, centros escolares y a veces de su propia familia. Todo ello origina una aguda sensación desarraigo… Y si miramos a la juventud, muchos se envician con pasatiempos a los que dedican innumerables horas en soledad, como la computadora, la televisión o el móvil… pueden convertirse en una especie de droga… (O)

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