Mi amiga desde colegiales, Rosalía Arteaga, a quien quiero, respeto y admiro, compartió este ensayo de Enrique Krauze, sobre la catástrofe de México y en esta, mi columna, cedo espacio para que ustedes, lectores, lo lean.
“Era, ante todo, un retrato psicológico de un hombre con vocación social, pero lastrado por una ambición de poder oscura, irracional, vengativa. Carácter intemperante, obsesionado, completo desinterés del mundo exterior, ignorancia económica, desprecio del derecho, dogmatismo ideológico y autoritarismo político, claramente personaje tiránico con dos delirios: equipararse con Jesucristo y ostentar desbordada naturaleza “tropical” del poder en Tabasco, su estado natal. Su triunfo me parecía inminente, y por eso advertí: “México perderá años irrecuperables”. Canceló el Seguro Popular, dejando sin cobertura de salud a 30 millones de mexicanos. Recortó recursos al IMSS y a dieciocho Institutos Nacionales de Salud y hospitales de alta especialidad. Dejó sin cirugías a 500.000 personas y sin surtir 15 millones de recetas médicas. La población sin asistencia médica pasó de 20,1 millones en 2018 a 50,4 millones en 2022. Suspendió el 97 % de las atenciones a enfermos de cáncer. En seis años de su gobierno, más de 6 millones de niños quedaron sin inmunizar debido al desabasto de vacunas. El COVID resultó en 800.000 muertes en exceso. Presidió el sexenio más violento de la historia, con casi 200.000 homicidios, mayor tasa de feminicidios, desaparición de personas, extorsión, narcomenudeo, trata de personas, desplazamiento forzado, robo a transporte de carga e hidrocarburos, violaciones y violencia familiar. Convirtió al crimen en estado paralelo en zonas amplias del territorio. Dilapidó más de 80 fondos y fideicomisos públicos, entre ellos destinados a la recuperación por desastres. Aumentó la deuda pública en 6,6 billones de pesos sexenio más endeudado en lo que va del siglo. Recibió un déficit del 2 % y lo llevó al 5,96 % del PIB. El crecimiento promedio en estos seis años fue del 1 % del PIB, el más bajo en los últimos cinco gobiernos. Sus obras de infraestructura con sobrecosto fueron mayor a los 485.000 millones de pesos y que son inviables: aeropuerto fantasma, una refinería que quizá algún día producirá gasolina (más cara que la importada) un tren que devastó las selvas del sureste mexicano, construidas por el Ejército, al que ha concedido enorme presupuesto y poder ilimite. Fue el peor sexenio en materia de corrupción, impunidad, transparencia, desmantelamiento institucional y destrucción de todos los organismos autónomos y Poder Judicial. Sembró día tras día, odio y polarización en la sociedad mexicana. Esta tragedia se la ha llamado “cuarta transformación”. (O)