Aunque para algunos, el contenido de la cadena nacional difundida por el presidente Daniel Noboa podría ser un distractor ante la gravísima crisis energética, en el fondo no es cualquier cosa. Al contrario, es preocupante.
Según el mensaje presidencial, en el Ecuador hay 2 mil hectáreas de plantaciones de coca, la materia prima para elaborar pasta de cocaína, uno de los negocios sucios más rentables en el mundo.
Este cultivo criminal fue atribuido a “grupos narcoterroristas”. Habría comenzado tres años atrás, aunque mucho antes existían plantaciones mínimas, y por eso el Ecuador no era considerado como país productor de coca, como sí los son Colombia y Perú, el primero con 230.000 hectáreas; con 92.000 el segundo.
Lamentablemente, en estos últimos años el nuestro pasó a ser el “principal exportador” de cocaína hacia Estados Unidos y Europa.
Grupos narcoterroristas, en complicidad con muchos actores, permearon los puertos principales de la Costa para llevar adelante su negocio macabro, cuyo movimiento genera violencia, criminalidad y corrupción al más alto nivel.
Tras la información presidencial, vale preguntar si también la coca cultivada es procesada en suelo ecuatoriano, aunque la respuesta viene por sí sola.
Se configura así un panorama sombrío, si bien Noboa prometió combatir a los grupos narcos, y, de hecho, el Ejército ya ejecuta acciones en los lugares donde se descubrieron las plantaciones de coca.
La destrucción implicará un certero golpe a estas economías criminales, una de cuyas aristas es el lavado de dinero en actividades como la minería ilegal, también detectada cerca de las fronteras.
Este tipo de minería no es una novedad de ahora. Más bien el Estado no lo ha enfrentado de manera contundente, salvo pocas excepciones.
“No nos vamos a hacer de la vista gorda”, dijo el Presidente. Ojalá no sea una frase retórica. El Estado está llamado a actuar con toda su capacidad coercitiva.