El inquieto Santa Bárbara

David G. Samaniego Torres

No todos recibimos regalos similares. La naturaleza dibuja en cada   suelo sorpresas de índole diversa. El cielo y la tierra tienen entornos y contornos que sorprenden. Yo nací muy apegado a un riachuelo, el Alcacay, que al final de su recorrido, antes de juntar sus aguas con el río mayor, ponía en marcha una pequeña planta de luz que iluminaba al cantón Sígsig con  luz fuerte y radiante unas veces, otras, que había que acercarse con el tubo de querosene para saber dónde estaba.  Vida de pueblo, más de medio siglo atrás, carente de tantas cosas menos de paz y amor.

 He regresado innúmeras veces a mi pueblo natal. No es el de ayer pero la modernidad ha sido usada con inteligencia para conservar aquello que es su alma e historia.  El Alcacay cae casi perpendicularmente sobre Sígsig, cruzando Pueblo Viejo, Dacte y Rosas, lugares muy apetecidos por la feracidad de su suelo y por las plantaciones de manzanas. El río mencionado nace al sur del Parque Nacional el Cajas, en los páramos de Angas.

El río Santa Bárbara tiene su cuna en el MATANGA. Sus piruetas de recién nacido las va haciendo hasta llegar a Cuchil y cruzar luego a los pies de Sígsig y de Tasqui para así continuar su curso rumbo a Gualaceo para  juntarse con el Paute. Grupos familiares y de asociaciones, colegiales y escolares, todos ellos y muchos más, buscan con frecuencia las mejores horas para pescar. La trucha del Santa Bárbara tiene un sabor agradable, sabe a libertad.

El Santa Bárbara necesita que se cree conciencia para no perder lo mucho que aún posee. La falta global de información pertinente es un atropello a la naturaleza porque la satisfacción de apreciar el agua cristalina y fresca proveniente de la montaña es parte de la satisfacción de vivir y de ufanarse por lo vivido.

 Sígsig sigue siendo un cantón morlaco que tiene sabores del ayer y ha dejado que el presente también participe en su decoración. Las calles del pueblo, la plaza mayor, los templos que mantienen la fe latente, todos, son patrimonio de un rincón azuayo de privilegio.

Mineros, ambiciosos e ignorantes, están  contaminando las aguas del Santa Bárbara porque pierden su pureza, los deshechos afean sus orillas, la vegetación se muestra moribunda y escasa. El cielo está perdiendo su color. ¿Existen autoridades responsables en el Azuay? (O)

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