Los 17 binomios presidenciales todavía no están firmes, pero los aspirantes al poder ya anticipan su campaña proselitista en las redes sociales, ante la mirada cabizbaja del CNE, autodeclarado incompetente para controlarla por falta de norma jurídica, según argumenta.
Los métodos convencionales para hacer campaña van siendo, de manera rauda, parte del pasado. Por eso ahora el debate político, si así se lo puede llamar al realizado en el Ecuador, se concentra en las redes sociales, la telaraña tecnológica capaz de aguantar todo y de todo, sin importar la generación de pensamiento, peor el imperio de la verdad.
Algunos candidatos, seguramente para no perder el hilo del historial de la demagogia, de tomarle al pueblo por ingenuo, de abusar de su mala costumbre de votar inducido por las emociones de toda índole, hacen ofertas tan, pero tan descabelladas como banales.
Por ejemplo, pretenden politizar la oscuridad producto de la crisis energética, como si dotar de energía eléctrica fuera suficiente con solo fajarse la banda presidencial, soplar haciendo embudo las manos e implorar a los dioses.
Tamaña ridiculez, señal de cuan fatuos resultan ser algunos de ellos, como lo son quienes prometen acabar con la inseguridad con solo reventar un fusible o actuar como un domador de leones.
Y no únicamente asoman como magos para resolver esos graves problemas nacionales, sino para otros, como la pobreza, la falta de empleo, la ausencia de inversiones, los altibajos para atender la salud, la educación, o el intríngulis de la seguridad social.
A un elector desesperado, sin mayor optimismo, hablarle basado en la realidad del país, sobre todo de cuánto puede y debe hacer, así sea doloroso, o le permitirán hacerlo, suele no dar votos, como le ocurrió, en su tiempo, a Mario Vargas Llosa, candidato a la presidencia del Perú.
Hará falta un mejor compromiso ciudadano para rechazar a esos magos. Desde ya, es hora de “ponerlos en su puesto”.