En la Asamblea Nacional los juicios políticos se saldan a favor o en contra del procesado según los votos: si hay los suficientes es destituido. Si no los hay, lo contrario.
Esta simplona fórmula es clara demostración de la involución política en el Ecuador. Lo fue en el pasado, lo es ahora, lo será en el futuro.
Actualmente, hasta con algo de teatralidad, los proponentes de un juicio político, conseguidos los votos necesarios para llevar al cadalso legislativo a ministros de Estado, lo festejan como si hubieran conseguido un trofeo.
Quienes por estrategia política, con mayor razón si, como ahora, un proceso electoral está en marcha, se suman a los susodichos, no esconden su rubor por prestarse; pues, en el fondo saben sobre la liviandad de los argumentos esgrimidos, y, lo peor, de las verdaderas intenciones.
La inseguridad, pese al trabajo desplegado por las fuerzas del orden para enfrentar a decenas de bandas narcodelictivas, en cuyas madrigueras anidan miles de antisociales de toda pelambre, sigue siendo el principal problema del Ecuador, sin tapar el de los apagones.
Esa es la percepción ciudadana. Y será el punto clave de las ofertas de campaña electoral. Por lo tanto, viene en bandeja de plata “bajarse” a la responsable de ejecutar el plan de seguridad – también puesto en duda –, la ministra del Interior, Mónica Palencia.
Un plan fiscalizador manejado con pinzas dadas las connotaciones políticas. Si es destituida, de paso sus “verdugos” se sacarán la espina por lo ocurrido en la embajada mexicana en el Ecuador. Es la cereza del pastel.
Vale preguntar: si Palencia queda fuera, ¿Ecuador se volverá seguro al siguiente día? ¿Alguien festejará en las cárceles; otros en sus escondites?
¿Fiscalizar? Por su puesto. Pero los juicios políticos han sido desnaturalizados, vitrinas para ciertos politicastros, ávidos por reelegirse. Ellos lo saben. Y, lo peor, con el apoyo de otros “idiotas inspirados” Palencia podría ser destituida.