El Mercurio registró el crecimiento de Cuenca

Una ciudad que, a punta de trabajo, creció y cambió para ser lo que es hoy. Así se puede resumir la historia arquitectónica de Cuenca, una vez que El Mercurio empezó a circular un 22 de octubre de 1924.

A través de las páginas de este medio impreso, día a día, de a poquito, se recogieron los sucesos de la capital azuaya en cuanto a infraestructura se refiere.

Gracias a las notas que ahora forman parte del archivo de El Mercurio, uno puede dar cuenta de cómo Cuenca se transformó en estos cien años.

Desde la construcción del emblemático Banco del Azuay ꟷhoy la Alcaldía de Cuencaꟷ, pasando por el aeropuerto y los escenarios deportivos, hasta la extensión propia de la ciudad.

El Mercurio fue testigo de cómo Cuenca se salió de ese rectángulo que hoy llamamos Centro Histórico para convertirse en esa forma que se alarga de este a oeste o viceversa.

Cuenca y sus dos momentos

Al menos en el siglo XX y desde que El Mercurio comenzó a circular, para entender el crecimiento de la ciudad uno puede dividir la historia arquitectónica en dos momentos.

Por un lado, entre 1924 hasta 1969, y, por el otro, entre 1970 hasta el fin del siglo.

Empezando por la primera parte: Cuenca pequeñita, con su parque central cercado, en cuyo frente se estaba alzando su monumento insigne. A los costados San Sebastián y San Blas. Y más allá árboles, casas dispersas.

Calles de tierra que luego serían encementadas. Un primer estadio, un primer aeropuerto, un hospital. Y luego la planificación territorial de mediados del siglo XX. Medio Ejido como la extensión de la ciudad. Allí mismo otro monumento insigne: el colegio Benigno Malo.

Los puentes que cruzaban el Tomebamba antes de la fundación de El Mercurio. Esos mismos puentes llevados por la corriente del río en 1950.

Los teatros, la gran afición de los cuencanos. Solo entre 1947 y 1955, de acuerdo a los archivos de este diario, se fundaron el Teatro Cuenca, el Teatro Universitario, el Teatro México, el Teatro Candilejas y el Teatro Popular.

La destrucción de edificios únicos, como el Instituto de Artes y Oficios en junio de 1962.

Cuenca siendo una, hasta que llegaron los años setenta.

De lo antaño a lo moderno

Al revisar los archivos de El Mercurio, una vez que empieza los años setenta, la ciudad empieza a transformarse.

En 1971 se remodela el estadio a la par de la fundación del Deportivo Cuenca. En 1974 se inaugura los servicios de consulta externa del Hospital Vicente Corral Moscoso (tres años después se inaugura todo el edificio blanco que hoy se ve en El Paraíso).

Por esa misma fecha se dejan ver ya los parques y plazoletas, cuyos espacios verdes marcarán a Cuenca: la plazoleta de Cristo Rey, el parque Luis Cordero, el mirador de El Vado, San Roque, el Otorongo y las orillas del Tomebamba.

En los años ochenta, por un lado, comienza a poblarse El Ejido. Se construyen multifamiliares, ciudadelas, se termina la pavimentación de la avenida Solano. Asimismo se inaugura el edificio de la Cámara de Comercio e Industrias y al Clínica Santa Inés promociona la construcción que está por llegar junto a la Universidad de Cuenca.

Todo esto queda registrado en El Mercurio, que promociona los trabajos que se realizan, tanto, desde el lado público como privado.

Por otro lado: la ciudad crece, asimismo, hacia Totoracocha. Se levantan departamentos en Las Retamas y se construyen viviendas en Los Eucaliptos

Mientras tanto, el deporte toma más fuerza. Se levanta el Coliseo Mayor, se alistan los escenarios deportivos porque los Juegos Bolivarianos se llevan a cabo en Cuenca.

Años después, ya en la década de los noventa, la ciudad sigue creciendo mientras parte de sus habitantes migra para buscar mejores oportunidades. De su lado, el Municipio de Cuenca reclama más inversión a los gobiernos de turno en un momento en el que parte de la ciudad es Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Y entonces llega un nuevo siglo, y Cuenca vuelve a transformarse, a adaptar su pasado y conjugarlo con la modernidad. Arriban los centros comerciales, los que se ven en los otros países.

Se remodelan los museos, los mercados, los parques. Se levantan edificios de ladrillo visto a lo largo de la Ordóñez Lasso. Llega el tranvía. Y los cuencanos, a pesar de todas las adversidades, siguen trabajando por y para la ciudad, tal y como lo hecho El Mercurio en estos primeros cien años. (I)

Andres Mazza

Periodista y fotógrafo. Escribe sobre cultura, educación, migración y astronomía.

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