Si han pasado cien años de vida en la existencia de una persona la sensación debe ser de satisfacción por haber vivido un tiempo de realización integral, de afectos y posibles decepciones, de construcción de la personalidad y realmente de entregarse a la familia que se ha formado en el ejemplo de las experiencias, emociones y sentimientos acunados por las vivencias íntimas en que se forma la mentalidad para ser en plenitud.
Cuando se trata de una institución, cumplir cien años debe servirnos para la revisión de los logros, de los desafíos asumidos y de los procesos abiertos a la comunidad.
Por lo dicho es algo tan semejante a la vida individual, pero con la conciencia colectiva de lo que la entidad ha construido en comunidad de esfuerzos y aportes, de logros y decepciones, ya que la existencia de una entidad no se valora sin la participación efectiva de cada uno de sus miembros, de allí la importancia trascendental del aporte de cada uno para lograr la finalidad común.
Trabajar en comunión de ideales, de aspiraciones y de resultados es el gran desafío para la mentalidad personal formada en la peculiar conciencia de ser en plenitud, porque para ofrecer la participación solidaria a la construcción del bien común debemos superarnos en la conducta de la solidaridad, en la mentalidad social de ser más en la medida del destino comunitario.
Hoy que El Mercurio ha cumplido los cien años de servicio a Cuenca y a la Nación, con el aporte creativo de su entrega a la libertad de expresión, debemos augurar que en el futuro su entrega sea dada para acrecentar la cultura de la democracia y del respeto a los valores éticos de la Verdad y de la Justicia como su pasado luminoso así lo acredita. (O)