Ha defendido a Cuenca, su soberanía y progreso; de los improperios de la gente de afuera y también, duele reconocer, de la de adentro inmovilizada en la Morlaquia. Es sostén de desarrollo regional al dar empleo directo a decenas de personas e indirecto a un número mayor. Es El Mercurio, decano de la prensa austral, y no es cosa de ahora, si no desde su fundación hace 100 años.
Por diversos motivos sus predecesores y otras veces incluso contemporáneos, compañeros de época, debieron cerrar la circulación. Ninguno logró llegar ni siquiera a la mitad de vida. Para preponderar sus logros sería necesario mínimo un libro y el espacio en prensa es poco para hacerlo, sin embargo hay, de los tantos, dos hechos que resaltar.
Muere en octubre de 1958 el papa Pio XII, que había dirigido controvertiblemente a la Iglesia Católica durante 20 años en la peor época de la 2da Guerra Mundial, impugnablemente por no haber defendido a los judíos y evitar en algo su holocausto. Fallece en la madrugada, hora ecuatoriana, y ya la edición estaba para circulación, no impresa aún. Era la época en que había que armar letra a letra con moldes de plomo, no solo el encabezado si no toda la crónica, es decir una tarea titánicamente grande. Fiel a su compromiso con la información actualizada y con la verdad, el personal del periódico hizo esa labor y la ciudadanía (casi 100×100 católica) se enteró. Pero causó admiración que ningún periódico del país, mencionara tal hecho de importancia mundial. Fue de tanta trascendencia que las agencias internacionales de noticias difundieron al mundo de que El Mercurio, de Cuenca, como el único periódico que informó a tiempo de esto.
Años después, en la temblorosa por decir lo menos, vida “democrática” ecuatoriana, hubo un golpe de estado (uno más) cuando ya se cerraba la impresión. Lo que hizo el sacrificado personal editor fue quitar el nombre El Mercurio –que por decenas de años había aparecido diariamente— y allí poner el anuncio de la interrupción otra vez de los militares en la vida política civil. (O)