En la década de los ochenta, un interesante grupo de médicos jóvenes llegábamos de postgrados extranjeros de diferentes confines y diferentes especialidades. El pensamiento de todos, progresistas y triunfadores fue el de empezar nuestras carreras con la docencia universitaria dentro de nuestras pericias adquiridas. Los congresos y conferencias de especialidad fueron renglón importantísimo a emprender, pero debíamos prepararnos para las charlas con diapositivas explicativas y propias, cosa muy deficiente en esos ya lejanos días. Fue entonces cuando nuestro admirable y querido amigo Gustavo Landívar Heredia nos ayudó a caminar por esas rutas y descubrió la maravillosa posibilidad de hacer virajes en las diapositivas, con tonalidades diferentes, mediante baños químicos de los rollos fotográficos. El azul marino intenso, el amarillo dorado, el rojo persa, resplandecían mientras los químicos en una cámara oscura imponían su impronta. En la casa de Gustavo, generosa y linda nos reuníamos en interminables horas que recorridas llegaban a la una o dos de la mañana entre risas, anécdotas y algarabía. La negrita como cariñosamente le trato a la Yoli, nos preparaba una agüita de guayusa con piquete a manera de gloriado, con lo que atizábamos risas y jolgorio maravilloso, mientras los químicos actuaban en las películas de diapositivas. De vez en vez, para total risotada, emprendíamos un juego que nunca fracasaba. Salíamos a una pequeña azotea y disparábamos al aire un revolver y nos preparábamos a escuchar una nítida ráfaga de metralla de la mansión cercana de la casa de un multimillonario que por obvias razones tenía guardias armados día y noche, para luego, pasados unos momentos, escuchar un pequeño silbido de un disparo de alguna pequeña armita incluso de balín, creo, que salía de la casa de un gran maestro y respetado profesor nuestro, cuya alma bondadosa y buena intentaba responder así a su defensa.
Hoy en el cumpleaños 100 del Mercurio, nuestro rector y querido diario, presenta un libro maravilloso (que lo está vendiendo) con toda la historia gráfica de Cuenca y la nación. Las fotos de Gustavo son las más relevantes y empieza desde la primera hoja mostrando rostros de fundamentales intelectuales y personajes que le dieron vida y está como fundador, pues lo fue, el rostro tan querido y maravilloso de un grande de la poesía latinoamericana como es mi tío Carlos Aguilar Vázquez.
Gustavo, me honras con tu amistad diáfana y tu ayuda total en todo empeño fotográfico en decenas de años. Te representó en la presentación tu hijo, al que de niño teníamos que cuidar a que no habrá la puerta de la cámara oscura. (O)