El juicio político a la Ministra del interior Mónica Palencia, realizada por la Asamblea Nacional bajo la acusación de “incumplimiento de funciones”, terminó como en general terminan la mayoría de juicios políticos, esto es, sin considerar las pruebas que sustentan las acusaciones, sino considerando los intereses y cálculos políticos de cada organización política o, incluso en este caso, los cálculos electorales.
La realidad objetiva del país en materia de inseguridad muestra que esta no sólo que sigue siendo crítica, sino que incluso se ha agravado en delitos como los secuestros y las extorsiones en ciertas zonas del país. Aún más, un reciente informe internacional da cuenta que 5 ciudades de Ecuador se encuentran entre las 10 más peligrosas del mundo; ubicándose la ciudad de Durán como la más peligrosa, donde el índice de asesinatos es el más alto del país; asesinatos que, a nivel nacional, y sobre todo bajo la modalidad de sicariato, terminan en ocasiones en masacres. A esto hay que añadirla la inseguridad provocada por las bandas narco delictivas, a través no sólo del tráfico sino de la producción de las drogas, y su infiltración en los órganos del Estado encargados precisamente de brindar seguridad a las personas.
SI bien estas son situaciones con las que debía lidiar precisamente el Ministerio del interior y su titular Mónica Palencia, y si bien desde el discurso gubernamental se ha dado una constante publicidad acerca de los supuestos logros obtenidos en seguridad, lo real es que estos “logros” serían mínimos y que no han cumplido las expectativas creadas por el Gobierno y su tan publicitado “Plan Fenix”.
En cualquier caso, el juicio político a la Ministra encargada de la seguridad interna del país no ha servido para que el Gobierno, y los bloques legislativos que votaron a favor de la Ministra, hagan conciencia de la dura realidad que en materia de inseguridad sigue enfrentando el país; sino que más vale ha servido para que, a contrapelo de un auténtico proceso de fiscalización propio de una institucionalidad democrática, se siga con la polarización y la confrontación política; soslayando con esto la confrontación con los verdaderos problemas que aquejan a la mayoría de la población, comenzando por la inseguridad. (O)