En la cotidianidad hay una tendencia marcada a vaciar de contenido las palabras y cambiarles de sentido, lo que enmaraña y distorsiona conceptos y opiniones.
Ese uso inadecuado del lenguaje, de las palabras de nuestro idioma, provoca que las personas se confundan.
Se escucha con mucha frecuencia agradecer la ayuda del alcalde, el prefecto, los concejales u otros servidores públicos o privados, en x, y, o z asunto, sin reparar que cualquier acción que ejecuten en beneficio de los ciudadanos es el servicio que están obligados a prestar por los cargos que ocupan.
Cuando solicitemos un servicio, no pidamos que nos ayuden, pues la ayuda es voluntaria, el servicio una obligación…quizá el mensaje subliminal que recibe el aludido, sea un factor para asumirlo como un favor sin merecimiento, una concesión gratuita.
No es fácil cambiar los hábitos, usos y costumbres que se afincan, pero hagamos el esfuerzo, pues de lo contrario otorgamos un poder que no tienen ni las autoridades ni los servidores, que no ayudan sino sirven.
Seamos comedidos y respetuosos ¡no faltaba más! (O)