Memoria ¡Qué palabra tan encantadora! Se refiere a ir y buscar en el almacenamiento de información todos los recuerdos que deseamos aflorar. Memorizar, rememorar, conmemorar e incluso el memo de la oficina que nos mantiene pendientes de alguna acción que debemos cumplir, son palabras que comparten la funcionalidad de codificar los hechos y recuperar el pasado.
Y entonces nos damos cuenta de la fuerza del tiempo, pues traer el pasado al día actual, deja a un costado esa particularidad frívola de su definición para convertirse en una acción significativa. Generalmente, un recuerdo está vinculado con alguna emoción. Puede ser la tristeza, la alegría, la molestia, o el regocijo, pero casi que constantemente habrá un tinte de nostalgia o melancolía en esa evocación. Y esa relación ocurre justamente cuando el tiempo recorrido transciende aquellos momentos fugaces que pensamos serían más duraderos; cuando archivamos las historias superadas que pensamos nos estancarían en ese instante y que con el recorrido de los días se vuelven más amenos y más llevaderos; y, cuando se avivan los méritos personales, nos damos cuenta de cómo surgimos, avanzamos, y alcanzamos el éxito, aquel del que cada quien tiene una forma de vivirlo y un fin particular. Miramos hacia atrás, reconocemos el trayecto que no fue fácil, pero sí frutífero.
Desde la memoria, el corazón evoca la gratitud. Desde el recuerdo visual de fotografías valoramos las tareas cumplidas bajo el afán de servir y que nos han brindado satisfacción, pero más aún, son remembranzas bajo las cuales se ofreció alivio a quienes lo necesitaban. Y también desde ese sentido pasado nos proponemos en el presente las labores para el trayecto que ha de venir.
Desde la memoria trazamos el camino a recorrer, con aprendizajes, experiencias que tratamos de olvidar, y otras tantas complacientes sobre las que escribiremos,
hablaremos y hasta replicaremos con la creencia de revivir los logros de esos períodos.
Ya que vemos cómo pasado, presente y futuro se llevan bien, no apresuremos el llegar a la meta, más bien aseguremos dejar las huellas en las memorias individuales y colectivas, pues el ser humano trasciende justamente desde esa presencia abstracta que crea, y que deja, para las memorias del futuro. (O)