Qué para que a tus fieles seguidores se les ocurra llenar de luces y lucecitas hasta el último rincón de sus casas, oficinas, bares y restaurantes, para celebrar tu llegada a este mundo hace más de dos mil años.
Con los apagones al por mayor aunque anunciados al por menor; con que hoy no pero mañana sí; con que ya traigo luz en helicópteros Hércules desde la “inunaited esteits” pero, ¡chuta!, el Milton nos hizo la grande, creo que volverán a recordar tu nacimiento, o sea tu real nacimiento, sin más luz que la fotovoltaica de la estrella de Belén, de las luciérnagas, de aquella que chispea en los ojos de los burritos o en los de taita José y de mama María, o de la eólica que sopla desde las montañas de Belén de Judea.
Qué para que quienes se aprovechan de tu cumpleaños, queriendo ser más luminosos que la mismísima luz, ordenen encender los árboles navideños gigantes en plazas o parques; y, entre sí, compitan por el árbol navideño más grande del mundo, el que más focos tenga, sin importar si sean de luz amarilla o blanca; peor, sin importarles que los otros se queden a oscuras con tal de ellos también brillar.
Qué, ¡oh “dulce Jesús mío”!, para que en tu nombre organicen cenas navideñas, a no ser que lo hagan entre apagones, a media luz, con luz de velas o de mecheros y ruido de motores.
Pero, ya lo verás, de que las harán las harán, como si cuando tú naciste hubieras tenido pavos rellenos, carnes a la no se qué, y toda esa tanta rareza “gastonómica”, digo gastronómica.
Vale que vuelvas a nacer, si así lo decides, no de noche si no de día, con mayor razón ahora que el sol está que “arrrde”. De noche no, porque cómo para que te alumbren, cómo para que tus taitas te corten bien el ombliguito; o si el parto se complica, qué luz ni qué luz en las clínicas, peor si urge una cesárea y el gíneco-obstetra anda metiendo las manos en otras cosas y su chauchera está vacía.
Ya lo vez Niño Jesús. En lo que nos pone San Pedro, el que tu Padre le confió la llave de tremenda cisterna donde almacena el agua y le dio atribuciones celestiales para que disponga llover o no. Así lo creen en este Macondo.
O será de culpar al tal Daniel Roy y sus antecesores en el reino de este “Absurdistán” por no sintonizar bien con San Pedro, o de creer que, como tu Padre, él también puede ordenar: ¡Hágase la luz y la luz se hizo!, solo que, en el caso de aquel mortal, la luz no se hizo y ahora anda en busca luz y la luz está a billones de años luz.
Perdóname ¡oh “dulce Jesús mío”! Si quieres que te hagan el “cumple” traerás nomás tus propios generadores. Ah, y tus propios medidores. (O)