Ya sea por la inclemencia de la naturaleza o por la ineptitud de los entendidos, lo cierto es que las repercusiones negativas a razón de los cortes de energía eléctrica no tardaron en exteriorizarse; me refiero precisamente al caos que se genera en la vía pública en horas pico.
Tal parece que hay cierta urgencia por llegar a un destino y claro está, con las calles a obscuras y desoladas, el nerviosismo es parte de; de seguro los peatones sentirán aún más esa zozobra pues caminar sobre la calzada con cierto optimismo dependerá de la eventualidad de un generador.
Las intersecciones y los redondeles se convierten en verdaderos epicentros de congestión y a depender del tipo de vehículo motorizado o del conductor, el caos o se aligera o se entorpece aún más.
Agentes de tránsito con linterna o celular en mano son los llamados a dirigir el tránsito, pero entre una arremetida de impaciencia más el bullicio de las bocinas y uno que otro “calificativo” a razón de las circunstancias, son también esquivos de los rápidos y furiosos.
Frente a estos escenarios ¡Cuánto cambiaría una sonrisa que en apenas cinco segundos exprese empatía! y ¡Cuánto significaría aquel gesto tan pequeño en lo que dure el viaje a nuestro destino!
El impacto de una sonrisa siempre tendrá un efecto aliviador; además, en casa nos esperan y las sonrisas son gratis. (O)