“La felicidad al mismo tiempo la más noble, la mejor y la más placentera de todas las cosas”.
Todo es fácil para la mayoría de nosotros. Ambicionamos unas vacaciones de jueves a lunes, con un mínimo esfuerzo y un máximo de placer. Las diversiones son la aspiración nacional; darnos buena vida es nuestro principal anhelo.
Pero vale preguntarnos en qué consiste la felicidad, para ello cabe reflexionar un instante no con ideas abstractas, sino en casos reales y en casos que nosotros mismo hemos vivido. Así, será difícil encontrar personas que opinen de igual modo. Ser feliz en la niñez, en la juventud, feliz a los 40, feliz a los 70 años, ¡qué diversidad!
La felicidad es la meta de la gente, porque todos la deseamos, la buscamos y no la encontramos, la tenemos y la perdemos, creemos tenerla, pero no es así. “No sabemos lo que deseamos” decía Santa Teresa.
La felicidad está en uno mismo y la palanca para encontrarla está escondida en alguna parte de nosotros. Conocernos mejor, amarnos a nosotros mismos y a los demás, es lo que conlleva al desarrollo de la personalidad y carácter. Obviamente, algunas situaciones que conducen a la felicidad implican algún dolor temporal, por ejemplo la crianza de los hijos.
Se ha demostrado que tácticas sorprendentes como hacer buenas acciones, actos de bondad, socializar, invertir en vacaciones y conciertos, nos proporcionan inmensa alegría.
Aún más, la felicidad está en la familia, en el matrimonio, etc. Está en un mismo.
Siempre es posible esforzarse a fin de ser más feliz comprendiendo los mecanismos para conseguirlo. Es como un neumático que se infla, pero de vez en cuando tiene fugas y lo tenemos que rellenar. “Solo hay un modo de encontrar la vida feliz, y es buscando el bien y la verdad”. (O)