Al hospital León Becerra el IESS le adeuda $ 3,9 millones por “servicios prestados” a los afiliados al Seguro Social.
No debe ser el único cuya penuria económica le pone al borde la quiebra. El personal no cobra sus sueldos. No hay dinero para adquirir insumos médicos.
De hecho, no lo es. Otros hospitales particulares al servicio de los pacientes derivados del IESS también pasan por similar penuria.
El problema no es de ahora ni incumbe únicamente a las actuales autoridades del Instituto. Es tan antiguo como antigua es su crisis financiera, cada vez peor y, mucho peor, pasada por alto, debatida cuando conviene o alguien arma el alboroto, como ocurrirá en la próxima campaña electoral.
A la clase política, cortoplacista por naturaleza y mediocre, le encanta posponer y posponer la solución definitiva de los problemas acuciantes, controversiales, como ocurre con la crisis económica del IESS.
Es otra bomba de tiempo en manos de los gobiernos de turno. Hablamos, sin ir tan lejos, desde cuando se reinició la democracia en el país.
Día tras día, año tras año, gobierno tras gobierno, esa bomba es “alimentada” con los mismos explosivos: se pide prestados los aportes de sus afiliados y los devuelven a cuenta gotas y si les place; vía decreto se le amputan los del Estado y, si son restaurados, los entregan cuando quieren; muy pronto no habrá dinero suficiente para pagar a los jubilados; hay acumulación de deudas millonarias a los “prestadores de servicios”, mientras la atención en salud a veces ocurre cuando el paciente se agrava o muere.
Sí, es otra bomba de tiempo. Puede estallar, como la crisis eléctrica, cuando menos se lo piense.
Ocurrida, entonces vendrán las lamentaciones, los apuros, el “yo si dije”, “sí advertí”, “yo sí hice, el no quiso”, “la culpa es de él”…
En el país se reacciona sólo cuando el enfermo entra a cuidados intensivos o ha muerto.
La crisis eléctrica debe ser el espejo para mirar la del IESS. Pero, ¿quién da la cara?