Dice Irene Vallejo en Alguien habló de nosotros-Presencias reales, que “Entre los antiguos romanos existía un género literario especial, las consolaciones, para ser leídas en el tiempo del duelo. Séneca escribió dos muy íntimas, en primera persona.
Esos textos trazan un mapa del dolor, donde todos nos reconocemos; pero del fondo de la pena emerge un pensamiento limpio de angustia: morir es muy distinto de no haber vivido. Los muertos no desaparecen del mundo, impregnan el futuro a través de la gente en la que influyeron mientras estaban vivos. Lo más conmovedor es que Séneca no está hablando de los emperadores enterrados en mausoleos de mármol, sino de aquellos que dejaron huella en su pequeño entorno. Porque lo que somos y seremos se debe en gran parte a personas que llevaron vidas escondidas y descansan en tumbas que ningún turista va a visitar.”
Propongo que hagamos pausa, nos miremos, identifiquemos si estamos en la lista de los que desaparecen, de esos que se quieren borrar o de los que dejan huella.
Rindo homenaje a mis muertos. (O)