El viernes, se celebró el Día de Todos los Santos, fecha establecida por el Papa Gregorio III, y misma sobre la que se va tomando conciencia por un aumento del conocimiento, la era digital que permite llevar información desmenuzada en cortas cápsulas a los consumidores, y una campaña por confrontar el bien contra el mal desde el ámbito de la religión.
Las personas en general consideramos la existencia de intercesores para las buenas causas y peticiones que tenemos en nuestra vida. Muchas veces, lo hacemos con el ánimo de conseguir una victoria, pero sobre todo anhelando una guía y acompañamiento de bondad. Nos “encomendamos” a un Ser Superior, a una energía especial, a los ángeles o arcángeles, a una persona querida que está en el cielo, y así también a algunos Santos.
Estas almas fueron ejemplo en vida y trascienden en el tiempo dejando su legado. Cuán común es escuchar la expresión: ¡Ella es una santa!, ¡Qué bien se porta tu marido, hijo, hermano, es un santo!” ¿Cuál es la acción para tal merecimiento? Desde la más simple situación, esta expresión manifiesta el contento hacia una persona por su buen obrar. Si usamos estos términos desde la cotidianidad por pequeñas muestras de bondad y sin darle un mayor análisis, entonces vale también mencionar algunos aspectos (sin ahondar), sobre cómo llegan ciertas personas a ser Santos/as.
Se hace una petición para “candidatizar” a alguien, se debe demostrar por qué esa persona lo merece, habrá fallecido, pasarán varios años de revisión de las virtudes, acciones, y forma de vida del candidato bajo principios cristianos, y deben confirmarse milagros atribuidos al posible santo, o verificar si se trató de un mártir; y recordemos: “Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.” No es sencillo llevar una vida realmente virtuosa, dando amor, sirviendo con humildad, profesando la palabra de Dios, dejando la lujuria y emociones dañinas.
Esta celebración que aúna a todos los Santos, empalma con la fiesta del Día de los Muertos, como ocurre en México, o el Día de los Difuntos, como fue ayer en nuestro medio. Honramos con alegría a los seres queridos que nos dejaron, pero transmitieron su herencia espiritual bajo la bienaventuranza “Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.” (O)