Educación ambiental en Cuenca
Eduardo Sánchez Sánchez
El encontrar una ciudad con las cualidades de nuestra Cuenca, no es común ni fácil, esta urbe situada a los pies del gran macizo andino de El Cajas y bañada de aguas provenientes de las reservas de paramo, hábitat de altura donde se condensan las nubes para formar perladas gotas de vida que se escurren entre pajas, Chuquiraguas, almohadillas de Plantago rigida, arboles de Polylepis o Quinua, y un muy variado inventario de plantas diseñadas para soportar extremos fríos, sol de altura, suelos soles ácidos y, sobre todo, la gran reserva hídrica que desciende paulatinamente hacia los lugares más bajos como nuestra Ciudad, permitiéndonos contar con el más noble líquido de la vida, de calidad extraordinaria y que no ha sido valorada en su real dimensión, porque nacimos en esta Guapondelig sin restricciones hídricas a punto de sentirnos orgullosos de los cuatro ríos que bañan vergeles, nutren las hidroeléctricas australes, alimentan cultivos agrícolas y son materia prima de las plantas de potabilización.
Nos hace falta aprender a respetar este nobilísimo recurso y ahorrarlo, en virtud de que su bajísimo precio, facilita su desperdicio y sí se presentara la necesidad de incrementarlo, surgen las protestas. Es preciso comparar con los precios de alimentos, gaseosas, fármacos, educación, deportes, agua embotellada y ni se diga de bebidas espirituosas y muchos otros artículos de uso frecuente.
Así como preparamos determinados lugares para la visita de los Presidentes, así deberíamos cuidar la ornamentación de parques y avenidas, evitar el lanzamiento de basura en los cauces de nuestros ríos identitarios. Además mantener orden y pulcritud en mercados, restaurantes y calles, porque nos merecemos ser dignos de habitar en una ciudad, ejemplo para el mundo, y enseñar a la población educación ambiental.
Es imprescindible educar a los niños del campo y la ciudad, más que con palabras, con el ejemplo, que es el mayor mecanismo de conseguir que nos imiten conductualmente; y prohibir la transportación de combustibles y sustancias tóxicas a través de aquella inconsulta y anti técnica carretera que cruza un parque nacional, tan sensible como entorno de recarga hídrica austral. (O)